lunes, 25 de mayo de 2020

Hay para todos


A todos nos ha pasado alguna vez que hemos creído que descubríamos el Mediterráneo o las fuentes del Nilo. Es normal y en cierto modo legítimo: te enfrentas a algo nuevo y, como le sucedió a San Pablo, recibes un fogonazo, quedas cegado, y de la misma te caes del caballo convertido en otra persona diferente a la que subió a él.

Otra cosa es querer patrimonializar el hallazgo y tratar a los demás como si no tuvieran derecho a haber sufrido una experiencia similar. 

El Mediterráneo es de todos, como las fuentes del Nilo y, por supuesto, como la Fórmula 1, y querer verlo de manera diferente es bastante pueril. Cuando uno madura por cauces naturales se acaba cayendo de este guindo o de este otro o del de más allá, y acepta a base de golpes que la vida no es perfecta y que si el Dr. Livingstone y Henry Stanley anduvieron cerquita y James Bruce se atribuyó las pesquisas del sacerdote Pedro Páez, es porque el Nilo ya estaba allí antes que ellos y nosotros, con sus fuentes, lagos, cataratas y diferentes cauces; como el Mare Nostrum ya ocupaba su sitio con mucha anterioridad a que Homero lo convirtiera en el escenario de muchas de sus historias o los turcos y venecianos se lo disputaran en el siglo XV...

La Fórmula 1 es de todos precisamente porque no pertenece a nadie. En serio, es muy iluso y muy infantil seguir a vueltas con el bendito tema de quién tiene derecho a disfrutarla como mejor le plazca, y bastante estúpido, si se me permite decirlo así, continuar mirando de reojo a quien no acredita su limpieza de sangre apasionada por siempre jamás.

Os leo.

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