jueves, 7 de mayo de 2020

Belleza natural, el 250F


El modelo de hoy es un integrante del catálogo de la marca italiana Grani & Partners S.p.A., que formó parte de la colección Il Mito Maserati publicada en fascículos en el país transalpino por la editorial Fabbri, a través de su sello Centauria, hace ya bastantes años.

La maqueta en cuestión tiene una resolución bastante tosca y carece de muchos detalles, pero ofrece unas proporciones que la hacen sobresalir como reflejo a escala del Maserati 250F, lo que me llevó en su día a adquirir dos ejemplares con el fin de mejorar uno de ellos mientras el otro hacía de reserva, por si las moscas, básicamente porque uno nunca sabe hasta qué punto puede necesitarlo si las cosas se tuercen. Estamos, por tanto, ante el muletto de este auto de carreras, ya que la otra pieza permanece desmenuzada junto al Alfa Romeo 159 de la casa Brumm, a la espera de que concluya ambas y cubran en mi saga de Campeones Mundiales los huecos correspondientes a 1950, ganado por Nino Farina sobre el 159, y el que nos ocupa esta tarde, el de 1957, que se lo calzó Juan Manuel Fangio conduciendo este hermoso Maserati.

Puesto que con la tontería de esta serie [#1/43] y mi breve charla a través de correo electrónico con Félix, un fabuloso maquetista de Pamplona, me han entrado unas ganas tremendas de volver a una de mis más añejas aficiones, me he jurado que este mismo verano concluyo estos trabajillos pendientes y dedico un par de entradas, o tres, al noble arte del amejoramiento de trastos baratos que ofrecen infinitas posibilidades a poco manitas que seas con la lima, la masilla plástica, las herramientas de dentista, los pinceles y el aerógrafo.

Así que, con vuestro permiso, dejamos para más adelante los aspectos técnicos de este monoplaza que llevaron entre manos alrededor de la segunda mitad de los cincuenta del siglo pasado el Chueco, Stirling Moss o Maria Teresa de Filippis, entre otros, para centrarnos en su incuestionable calidad estética, y es que, antiguamente, los coches se distinguían en pista por sus prestaciones y también por su belleza.


Aún faltaban años para que viera la luz el Eagle T1G [Un águila azul], pero el 250F de la boloñesa fue hasta ese momento el máximo exponente de lo que suponía hacer vehículos rápidos y atractivos que, simplemente, enamoraban.

Os leo.

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