Cuando «Influencer» no era un oficio facilón, como ahora, existían profesionales cuya visión de las cosas influía en sus contemporáneos, dejaba huella y se prolongaba en el tiempo con absoluta fluidez, demasiadas veces habiendo dejado atrás el lugar exacto de dónde salieron.
Doy por seguro que si pronuncio Syd Mead muy poca gente entenderá que unos pocos nos arrodillemos y bajemos la cabeza en señal de respeto. Al bueno de Sydney Jay Mead habrá quien lo recuerde por ser el creador del Spinner en el que Deckard y el detective Gaff recorrían los cielos oscuros de Los Ángeles tras el rastro de los pellejudos de Blade Runner, también, quizás, por su contribución a montones de películas y algunos videojuegos...
Los suyos eran tiempos nobles en los que el futuro se imaginaba sobre una mesa de diseño, con lápiz, rotuladores, pinceles y tarros de gouache (témpera), y gigantescas dosis de imaginación y conocimiento, ya que para resultar creíble tenías que ser extremadamente consistente y preciso en tus planteamientos.
Mead es uno de esos titanes que imaginaban, cuando nadie se atrevía con ello, vehículos con sustentadores o circulando por carrilles magnéticos, o ruedas con llantas huecas y la omnipresencia de una aerodinámica que hoy es presente y en algunos aspectos incluso es pasado.
Sentinel y Sentinel II (Paper Tiger Books; 1978 y 79, respectivamente), son libros de imágenes editados en gran formato y con pocas páginas (apenas llegan a las 160), que recopilan el vasto ingenio de Syd Mead volcado en sus creaciones durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. Se perciben en muchas de ellas las influencias de Bertone o Pininfarina, pero tratan fundamentalmente sobre coches americanos vestidos de mañana, que conviven con total normalidad con ordenadores, con robots, con operarios armados con gafas de realidad virtual, hasta el punto de que disfrutando de sus creaciones actualmente, se percibe un déjà vue totalmente falso.
Mead es un visionario y hace más de cuarenta años ya había previsto por dónde podían ir los tiros de la industria: plena convivencia del automóvil con el ser humano, conducción autónoma, seguridad, aplastante presencia de la informática, etcétera. Y si hoy os traigo estas dos muestras de su obra, también es porque está impregnada de un importante ingrediente racing que había llegado a las calles de sus ciudades y escenarios.
Os leo.
Mead es uno de esos titanes que imaginaban, cuando nadie se atrevía con ello, vehículos con sustentadores o circulando por carrilles magnéticos, o ruedas con llantas huecas y la omnipresencia de una aerodinámica que hoy es presente y en algunos aspectos incluso es pasado.
Sentinel y Sentinel II (Paper Tiger Books; 1978 y 79, respectivamente), son libros de imágenes editados en gran formato y con pocas páginas (apenas llegan a las 160), que recopilan el vasto ingenio de Syd Mead volcado en sus creaciones durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. Se perciben en muchas de ellas las influencias de Bertone o Pininfarina, pero tratan fundamentalmente sobre coches americanos vestidos de mañana, que conviven con total normalidad con ordenadores, con robots, con operarios armados con gafas de realidad virtual, hasta el punto de que disfrutando de sus creaciones actualmente, se percibe un déjà vue totalmente falso.
Mead es un visionario y hace más de cuarenta años ya había previsto por dónde podían ir los tiros de la industria: plena convivencia del automóvil con el ser humano, conducción autónoma, seguridad, aplastante presencia de la informática, etcétera. Y si hoy os traigo estas dos muestras de su obra, también es porque está impregnada de un importante ingrediente racing que había llegado a las calles de sus ciudades y escenarios.
Os leo.
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