Pasa el tiempo que parece que va en vuelta de pole, y el caso es que a comienzos de mes plasmé en mi espacio en MotorPoint mi opinión sobre una historia que a fin de mes sigue dando para producir ríos de tinta. Es indudable que Sebastian Vettel no puede ser considerado un mindundis pero resulta muy necio negar que no está en su mejor forma. A partir de esta breve propuesta la pregunta surge sola: ¿es adecuado para Ferrari? Bueno, yo tenía algunas ideas al respecto...
Está muy bien que Mattia Binotto responsabilice del desastre rosso de este año a una supuesta equivocación en el diseño del SF90 durante el invierno pasado y, desde luego, también parece adecuado que nos tranquilice sobre la sana y deportiva relación existente entre los dos pilotos oficiales y nos haga soñar, de paso, con la deseada recuperación de forma de Sebastian Vettel para 2020.
Está bien, repito, porque el Director Deportivo de Ferrari cumple así el guión establecido por Bernie Ecclestone en diciembre de 2018: «Un equipo debe apoyar a su favorito por el título, absolutamente. Le veo como una víctima, más que como el culpable».
Esta línea de argumentación fue secundada por el Presidente de la FIA en las mismas fechas y ha sido reiterada por el ex CEO del FOM (Ecclestone) este mismo octubre pasado mientras el británico señalaba que la mejor pareja de pilotos para la temporada próxima la tiene Ferrari. Por si nos faltaban guindas para el pastel, también es coincidente con lo expresado después del Gran Premio de Italia por Ross Brawn, Managing Director de la Fórmula 1, cuando excusaba al alemán afirmando que es uno de los grandes y en aquellos momentos complicados necesitaba el apoyo del equipo para recuperar la confianza…
Ha habido más gente que se ha apuntado a esta tesis de contemporizar con Vettel esperando una hipotética recuperación: los conductores Gerhard Berger y Nico Rosberg, el ahora comunicador Martin Brundle o el ex Presidente de La Scuderia, Luca Cordero di Montezemolo, etcétera. Pero el problema aquí, estriba en si Ferrari podrá aguantar otro año más con Sebastian como primer piloto.
Como decíamos al principio, Binotto hace bien (aparentemente) en cargar sobre sus espaldas esa parte de responsabilidad que le ha estado reclamando a la de Il Cavallino Rampante el establishment de nuestro deporte, pero la realidad es testaruda como una mula y nos ha estado narrando otra historia, algo que ha percibido nítidamente un aficionado medio que, gracias a Dios, se ha formado un cierto criterio que admite mal las bromas.
El tan cacareado mal diseño del SF90, por ejemplo, produjo unas fabulosas sensaciones en la pretemporada de 2019 y permitió a Charles Leclerc saltarse las órdenes de equipo, dar un hachazo a Lewis Hamilton, y acariciar la victoria en el Gran Premio de Bahrein hasta que un problema en la unidad de potencia hizo sonar el cornetín de retirada.
En realidad, y tratando de ser honestos en la medida de mis limitadas posibilidades, en el desastre rosso de este año tienen más cuota de responsabilidad las pésimas estrategias que ha sufrido el piloto monegasco en carrera y las abundantes idas de olla del tetracampeón del mundo, que la mala factura del monoplaza.
En manos de Leclerc, el segundo piloto, el SF90 ha dado para dos victorias por una de Vettel —su infantilismo le impidió sumar otra en el Gran Premio de Canadá—. En la casilla de poles, Charles barre del mapa a Sebastian con un contundente 7 a 2, con el agravante de que el número dos de Ferrari también ha vapuleado los sábados a los hombres de Mercedes AMG: 7 a 5 sobre Lewis Hamilton y Valtteri Bottas, respectivamente.
Desgraciadamente, el actual formato de la disciplina recomienda no establecer puentes entre clasificación y Gran Premio, pero de todas formas, y haciendo caso de las propias palabras de Vettel, él ha sido responsable de al menos dos dobletes de Brackley: Gran Bretaña y Rusia, por no mencionar el desastre de Brasil…
No me extiendo. Vettel es bueno para el negocio y entra dentro de lo razonable que éste trate de protegerlo, pero Ferrari debería pensar por sí misma y sus propios intereses porque se acaba el tiempo. Leclerc necesita espacio y confianza y La Scuderia debería proporcionárselos, siquiera manteniendo una mínima coherencia con lo que se ha pedido para el astro alemán. Un año más con Sebastian como eje de la actividad de la escuadra italiana suena a broma pesada. Ni Ferrari ni su sufridos seguidores lo merecen.
Desconozco si hay nervios en Maranello a pesar de las formas y la necesidad de corrección política, pero debería haberlos. Leclerc es el futuro y resulta preocupante que un tetracampeón del mundo en horas bajas no lo vea y pretenda seguir jugando a la ruleta rusa mientras busca recobrar la confianza.
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