Que la inconsistencia en la aplicación de la normativa deportiva siga siendo el pan nuestro de cada día sólo significa dos cosas: la Fórmula 1 sigue tan podrida como de costumbre y echamos en falta a Charlie Whiting porque con él gozábamos de un alto porcentaje de acierto a la hora de encalomar el marrón a alguien.
Se vivía mejor, sí. No le iba a pasar sólo a Abiteboul, a Marko o a Steiner, etcétera. Por lo general se vive mucho mejor cuando hay excusas a las que agarrarse. Es una zona de confort cojonuda: la culpa siempre la tiene otro, y cuando no hay nadie cerca, pues la culpa es del maestro armero, un clásico, pero un recurso como los demás.
Lo malo es cuando la actividad pierde a su principal agente contaminante y sigue como la hemos conocido en plan conejito de Duracell. Te quedas como un poco huérfano y muy descolocado...
No se trata, obviamente, del típico error de árbitro, sino de una cultura del mamoneo que hace que las reglas en Fórmula 1 no valgan lo mismo para unos pilotos que para otros, ni por supuesto se hagan efectivas igual ni afecten a la competición de una manera sana y deportiva, aplicadas con gracia y salero, con rigor del bueno repartido como el gordo de Navidad. Íbamos bien hasta el Gran Premio de Canadá pero entonces apareció el coño espectáculo y retrocedimos todos los pasos que habíamos avanzado. El reglamento vuelve a ser una caja de sorpresas: dos situaciones similares, por no decir idénticas, no se castigan de la misma manera.
Entiendo y aplaudo el puro que le han metido a Charles Leclerc. El monegasco ha perdido los papeles y le ha hecho a Max lo que suele hacer Max en otras circunstancias: forzar las cosas. Pero así no se puede ir por la vida, ni mucho menos continuar luego con el alerón delantero roto como si no hubiese pasado nada, y esto no está bien porque hay una normativa que dice que no está bien [¿Dónde está el límite? (22-06-2019)]. Lo que queda chungo es que Dirección de Carrera diga que no investiga nada y luego investigue qué ha pasado y sancione a destiempo, porque esto es alterar la competición ya que los quince segundos de penalización no valen lo mismo al final de la carrera que en la vuelta dos.
Tampoco es ni medio normal que a Kimi lo sancionaran en Sochi por salir en falso y a Vettel no por una acción pareja en Suzuka...
Pero como hablar de esto puede ser considerado antivettelismo lo vamos a dejar aquí mismo, porque en esencia, esta entrada va de que un espectáculo deportivo que precisa de estas inconsistencias para sobrivivir como show, en el que la normativa deportiva tiene puerta grande para unos y muy chiquita para otros, no es otra cosa que una caca pinchada en un palo que se devalúa en cada carrera, con Charlie o sin él, aquí o en Cuba.
Os leo.
Se vivía mejor, sí. No le iba a pasar sólo a Abiteboul, a Marko o a Steiner, etcétera. Por lo general se vive mucho mejor cuando hay excusas a las que agarrarse. Es una zona de confort cojonuda: la culpa siempre la tiene otro, y cuando no hay nadie cerca, pues la culpa es del maestro armero, un clásico, pero un recurso como los demás.
Lo malo es cuando la actividad pierde a su principal agente contaminante y sigue como la hemos conocido en plan conejito de Duracell. Te quedas como un poco huérfano y muy descolocado...
No se trata, obviamente, del típico error de árbitro, sino de una cultura del mamoneo que hace que las reglas en Fórmula 1 no valgan lo mismo para unos pilotos que para otros, ni por supuesto se hagan efectivas igual ni afecten a la competición de una manera sana y deportiva, aplicadas con gracia y salero, con rigor del bueno repartido como el gordo de Navidad. Íbamos bien hasta el Gran Premio de Canadá pero entonces apareció el coño espectáculo y retrocedimos todos los pasos que habíamos avanzado. El reglamento vuelve a ser una caja de sorpresas: dos situaciones similares, por no decir idénticas, no se castigan de la misma manera.
Entiendo y aplaudo el puro que le han metido a Charles Leclerc. El monegasco ha perdido los papeles y le ha hecho a Max lo que suele hacer Max en otras circunstancias: forzar las cosas. Pero así no se puede ir por la vida, ni mucho menos continuar luego con el alerón delantero roto como si no hubiese pasado nada, y esto no está bien porque hay una normativa que dice que no está bien [¿Dónde está el límite? (22-06-2019)]. Lo que queda chungo es que Dirección de Carrera diga que no investiga nada y luego investigue qué ha pasado y sancione a destiempo, porque esto es alterar la competición ya que los quince segundos de penalización no valen lo mismo al final de la carrera que en la vuelta dos.
Tampoco es ni medio normal que a Kimi lo sancionaran en Sochi por salir en falso y a Vettel no por una acción pareja en Suzuka...
Pero como hablar de esto puede ser considerado antivettelismo lo vamos a dejar aquí mismo, porque en esencia, esta entrada va de que un espectáculo deportivo que precisa de estas inconsistencias para sobrivivir como show, en el que la normativa deportiva tiene puerta grande para unos y muy chiquita para otros, no es otra cosa que una caca pinchada en un palo que se devalúa en cada carrera, con Charlie o sin él, aquí o en Cuba.
Os leo.
Hola buenas. No lo creo, eso de que vivíamos mejor con el infame Charly W. Vale que el australiano está fallando por momentos, pero, al fin y al cabo, aún es su primer año. Además, es bastante probable que cierto enano de la FIA... le haya dado "ciertas" directrices, como ha hecho siempre Juanito "el monedas" también conocido como el manipulador de carreras...
ResponderEliminarEl fenecido era un experto sancionador a discreción, pero centrándose en unos más que en otros, no nos olvidemos de eso. Infinitos casos hay en su larga trayectoria, como por ejemplo, y sin ir muy allá, algunos que reconocerá la mayoría: la famosa grúa, a este le reincorporamos por que yo lo valgo...; o los vergonzosos ahora no pero a la próxima ya lo sancionaremos..., etc.
Y qué decir de las patéticas salidas tras el SC con cuatro gotas de agua... últimamente las carreras con lluvia eran una absoluta utopía. Y más y más... pero mucho más. En fin, no sigamos tanto la estúpida corriente existente de quejarnos por cuatro minucias que no tienen punto de comparación con su precedente, y démosle tiempo.
Saludos