Desengañémonos, tal y como está ahora mismo la temporada 2019, vamos a ver descartes con mayor antelación que otras campañas, y la de Grove es la más firme candidata a ir de capa caída hasta aguantar como sea, y cruzando los dedos para que el infierno termine rápido...
Suena desolador, lo sé, pero es lo que hay, que decía aquél. Empezamos con retrasos en la puesta en marcha en los entrenamientos de pretemporada debido a que había componentes que no llegaron a tiempo, se perdieron días vitales, y el estreno del calendario no sólo ha sido ramplón sino catastrófico.
El monoplaza no destaca (para bien) en ninguno de sus compromisos, ni siquiera en el área de la unidad de potencia, como imaginaba ingenuamente en febrero [No queda otra (Williams FW42)]. El chasis no es dócil, la aerodinámica se ha demostrado escasita, el cuidado de los neumáticos brilla por su ausencia, y otro tanto hacen las bendiciones del propulsor Mercedes-Benz...
George Russell y Robert Kubica han salido en cada Gran Premio a verlas venir, literalmente. Al vehículo no se le puede exigir demasiado porque su respuesta es mala y cuesta lo suyo meterlo en trayectoria, y si he titulado «Aún falta lo peor» esta primera entrada del repaso que hacemos desde Nürbu a los equipos cuando salvamos el Gran Premio de España, es porque la situación económica de Williams justifica todo lo que está sucediendo —0 puntos en la actualidad— y no aventura ni una pronta reacción ni una adecuada progresión, ni siquiera para terminar el verano habiendo sido capaz de sacar la cabeza del hoyo.
Desconozco si el FW42 ya ha sido abandonado a su suerte aunque no me extrañaría nada que así fuera.
Queda lo más duro: aguantar las 16 carreras que hay todavía por delante...
Os leo.
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