viernes, 19 de abril de 2019

Checo y los que se equivocan


Sergio es uno de esos pilotos por los que siento un cariño especial, que creció exponencialmente cuando casi se resquebraja en McLaren. En el fondo, pienso, debe ser culpa de la prensa, tan pacata ella que siempre mira con el ojito pequeño —sí, ése— a los que no son de su cuerda, británicos mayormente.

Siempre he pensado que si Alain Prost, en vez de nacer en Saint-Chamond hubiese visto sus primeras luces en Salisbury o Swidon, o Reading, no habría habido Ayrton Senna que se le hubiese resistido. Bueno, a finales de los ochenta del siglo pasado no había ingleses de renombre —por no ver, los plumillas british tampoco vieron que venía Nigel—, y si había que apostar por un piloto... cualquier cosa menos un franchute, que sé que nos entendemos.

Y bien, ellos son como son y no los va a cambiar ni su madre, y a mí tampoco, para qué vamos a engañarnos, que el hijo mediano de don Julián y doña Matilde no nació para mamporrero...

Total, que Checo me ha gustado y comenzó a gustarme más si cabe a partir de 2013. No es que no le haya dedicado algún boinazo que otro, más de uno seguramente injusto, es que el de Guadalajara es uno de esos secundarios de lujo que hacen grande la Fórmula 1 y su estatus no se corresponde con su enorme calidad. 

Aquí le tenemos, tirando del carro de Racing Point con un compi como Lance Stroll, y admitiendo en recientes declaraciones que apostando por McLaren se metió un tiro en el pie que comprometió el resto de su carrera. Honestote, rápido, finolis con las gomas y en curva, legal todo lo que puede ser un pura sangre, su admisión de culpa ha servido para que los idiotas hayan perdido el culo a la hora de enarbolar la bandera de la humildad, como si con eso bastara.

Pérez asume su parte de responsabilidad —hasta aquí todo bien, que decía aquél—, pero lo que no es de recibo es que el paddock se siga mostrando impermeable a este tipo de circunstancias. Sergio no merece estar donde está. Vale quintales como para militar en una escudería grande, con opciones, y supone un auténtico desperdicio que tenga que contentarse con una aventura como la que ha propuesto desde mediados del año pasado el padre de la criatura canadiense, cuando el mexicano es un dos de libro que podría optar a ser uno a la menor oportunidad.

Después de Alonso, Checo es el todoterreno más firme que nos queda en la parrilla. Se han terminado las carreras bajo lluvia gracias a Pirelli, y es una pena que no podamos comprobar cómo el gallito es de los que sobrevive en agua y saca tajada. Hace una década o década y media, los patrones se lo habrían rifado con tal de tenerlo en sus filas, pero corren tiempos malos y hoy los gestores están más preocupados porque sus proyectos funcionen que por contar con los mejores. Sergio, en este sentido, es un desterrado, un piloto que no está en el lugar adecuado ni en el momento justo, y es una pena que los aficionados nos quedemos con lo de la humildad, cuando Pérez nos está diciendo que su calidad como conductor se encuentra en entredicho porque una vez, en el pasado, decidió apostar por McLaren en vez de haber elegido otra alternativa de las varias que tenía a mano escoger.

Bien por el de Guadalajara, pero puntito negro para una disciplina a la que se le llena la boca afirmando que es la punta de lanza del automovilismo deportivo, pero así y todo, prefiere pichaflojas rentables a tipos como Sergio.

Os leo.

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