No sé si os he contado alguna vez —seguro que lo he hecho—, pero de chavalín era un destroza juguetes. A ver, no es que me gustara romperlos, era que lo que me emocionaba de verdad era comprender cómo funcionaban, entender su mecanismo, vaya.
Por suerte, mi hijo Josu no heredó esta coño facultad mía sino su consecuencia. Su colección de juguetes de cuando crío sigue prácticamente intacta, quiero creer que debido a que siempre tuve a mano un montón de piezas desperdigadas en montones de cajas con las que explicarle cómo funcionaba el mundo. En fin, él es ingeniero y yo sigo siendo demasiado aficionado a rebuscar en las entrañas de todo cuanto cae en mi radio de acción, incluso en lo más profundo del comportamiento de los seres humanos que me rodean, lo que me ha dejado como regalo una capacidad de empatía brutal que en vez de mejorarme la vida, demasiadas veces me la ha complicado.
No me lío, que me conozco. Ha empezado el Rally de Montecarlo y por esas cosas que tiene todo esto, no me quito de la cabeza el Lancia Stratos diseñado por Marcello Gandini cuya carrocería definió Bertone...
Sé que no tiene demasiado que ver, pero desde que lo descubrí en el interior de la Enciclopedia Salvat del Automóvil de mi hermano Julián no ha dejado de ser para mí un gigantesco referente, en todos los sentidos.
Pequeño, compacto, fino de líneas, matón, hecho ex profeso para vencer, el Stratos HF es una leyenda de la que podéis empaparos en el capítulo que Historacing le dedicó el año pasado [Lancia Stratos, el príncipe de los rallyes].
Dicen que somos el resto de la vida el destilado de nuestros primeros años. Hace mucho que no destripo juguetes, la verdad, seguramente porque se me han ido calmando las inquietudes y las prisas, o tal vez porque mucho más tarde pude agenciarme dos 1/18 de Kyosho, uno Stradale y otro con la decoración Alitalia que llevaron Munari y Maiga cuando vencieron en Montecarlo en 1976, así como una docena larga de variantes escala 1/43, que miro con cariño cuando me entra morriña o cuando suenan lejos los ecos del Monte...
Pequeño, compacto, fino de líneas, matón, hecho ex profeso para vencer, el Stratos HF es una leyenda de la que podéis empaparos en el capítulo que Historacing le dedicó el año pasado [Lancia Stratos, el príncipe de los rallyes].
Dicen que somos el resto de la vida el destilado de nuestros primeros años. Hace mucho que no destripo juguetes, la verdad, seguramente porque se me han ido calmando las inquietudes y las prisas, o tal vez porque mucho más tarde pude agenciarme dos 1/18 de Kyosho, uno Stradale y otro con la decoración Alitalia que llevaron Munari y Maiga cuando vencieron en Montecarlo en 1976, así como una docena larga de variantes escala 1/43, que miro con cariño cuando me entra morriña o cuando suenan lejos los ecos del Monte...
Pasad buen viernes. Os leo.
Me enamoré a primera vista del Stratos verde con decoración Alitalia nada más verlo, y se convirtió en mi obsesión hasta que lo pude añadir a mi colección de scalextric con esfuerzo y ahorrando cada peseta que llegaba a mis manos. Por desgracia su excaso peso debido a su fabricación en plástico le hacía ser presa fácil del Tyrrell P34 de mi hermano, fabricado en metal y que se pegaba al "asfalto" como un demonio. Eso sí, el amor por el Lancia ha perdurado conmigo como lo hace el gran primer amor.
ResponderEliminarBonitos recuerdos.
Hola José!!
ResponderEliminarMe identifica en gran parte este artículo por lo de destripador (y seguir destripando todavía pero los de verdad) y coleccionar en 1:18 muchos ejemplares. Me ha dado ud un regreso a 40 años con esta entrada.
Gracias.
Mi primer coche de Scalextric... Y me coche favorito desde entonces.
ResponderEliminarMi reino por un Stratos!
Por esas cosas de la vida, tuve la inmensa fortuna de montarme en uno: el de Jorge de Bagration, con los colores creo recordar de Rothmans, aunque tal vez tuviera también algo de ¿Martini? Yo era un enano, pero tuve la inmensa fortuna de que estudié con uno de sus hijos, Irakli, mientras que mi hermano estaba en clase del segundo, David.
ResponderEliminarEn uno de sus cumpleaños celebrado en su casa, siendo menos de un adolescente, Jorge nos dijo que si nos dábamos una vuelta con él, lo tenía en el garaje de casa. Vivía en un chaletazo en Ciudalcampo, la urbanización del RACE que rodea el Circuito del Jarama. Y nunca olvidaré lo que experimenté montado en ese cacharro. Eran principios de los 80, mediados como mucho.