A los del esto siempre ha sido así se les olvida, y además recurrentemente, que la salsa de nuestro deporte consistía antaño en la retroalimentación. Pilotos que se metían a constructores, mecánicos que se liaban la manta a la cabeza y parían equipos, etecé, etecé, etecé...
El tipo de la foto de encabezamiento, por ejemplo, supone dos Mundiales (1972 y 1974) apostando caro a la iniciativa de su hermano porque en Fórmula 1 no iba a ganar nada más. ¿Y cómo es eso?, me suelen preguntar, y suelo responder más o menos lo mismo: eran otros tiempos, de aventura mayormente. Nuestro deporte era un granero entonces, luego, sencillamente se acabó.
Fito Cabrales tiene casa en Gorliz, o tenía, ahora mismo no lo sé, y su grupo se llama Los Fitipaldis (sin la doble te del apellido del brasileño), precisamente por el protagonista de esta entrada, un fenómeno muy querido en España que llegó a empapar nuestra cultura automovilística de los setenta del siglo pasado cuando incluso sobre un Seat 600, si ibas zingando o pasado de vueltas, te acababan llamando Fittipaldi.
Cuando me trasladé de Las Arenas a Gorliz, a mediados de 2011, coincidí con Fito un par de veces, o tres —es amiguete de Jose el del Argintxe—, pero hace años que no le veo, la verdad. En todo caso, que es a lo que vamos, Emerson Fittipaldi nos ha dejado un legado impagable a los españoles e incomprensiblemente he sido un puñetero cicatero con él porque en Nürbu apenas he hablado del paulista una docena de veces.
No sé si sabéis que Senna adoraba a «Emmo», pero os lo cuento ahora. La cosa era recíproca, porque Fittipaldi se ha deshecho siempre al mencionar a Ayrton como el mejor de todos los tiempos.
Emerson puso a Brasil en el mapa, no tanto —aquí viene lo bueno— por ganar sus títulos con Lotus y McLaren siendo un piloto finísimo, rápido como el diablo y consistente, sino por el pundonor con el que se desenvolvió en la difusa aventura otoñal con Wilson, su hermano, otro conductor de bólidos que pasó a mayores con la implicación de Copersucar, sobrenombre con el que se conocía a los autos de Fittipaldi Automotive. Papá Wilson era periodista y empresario, y goza, todavía hoy, del honor de ser considerado el primer (y único) padre que ha narrado en directo la coronación de su hijo [In memóriam, Wilson Fittipaldi «Barao» (18-03-2013)].
Los linajes se hacen, no nacen porque sí. Fittipaldi es un ejemplo parejo a algunos actuales que no entendemos en su dimensión. Los números de Fangio parecían una quimera en aquella etapa de nuestro deporte. Tres títulos suponían la polla de Bedoya y la realidad imponía su criterio. Con dos entorchados se caminaba sobre las aguas —¡qué cosas!—, y podías invertir tu tiempo y tus ganas en querer a tu hermano y a tu país, hasta el punto de aparcar tu prometedor futuro como piloto de carreras por una idea mucho más ambiciosa aunque menos comprensible.
«Emmo», sus patillas a lo Menem, su sonrisa, lo que le hemos querido en España y se le sigue queriendo, aparcó sus logros y decidió que merecía la pena buscar nuevos horizontes embarcado en Fittipaldi Automotiv, con los suyos. Hay todavía quien no lo entiende, pero eran tiempos distintos, seguramente mejores porque había espacio para la ilusión, pero hace mucho que no coincido con Fito...
Dos títulos al volante de un Copersucar... Os leo.
Dos títulos al volante de un Copersucar... Os leo.
Como siempre, muy interesante José. Emmo, en el 72, el más joven campeón. En el 74 nací, en el 83 sonaban ya los brasileños en mi casa por todos lados: un tal Emmerson, un tal Piquet y se asomaba un tal Ayrton...
ResponderEliminarNo dejas de sorprenderme cada día que te leo. Brutal tus lineas sobre "Fitti". Su inmolación con Wilson le hace más grande. Con tu permiso: hay que saber verlo y escribirlo como tú. Sombrerazo!
ResponderEliminarMuy buenos días ;)
ResponderEliminarElín ;) En España marcó una época. Se le pudo ver correr (y vencer) en Montjüic, donde participó activamente en 1975 para resolver los problemas de seguridad hasta que se negó a correr, algo épico aquí porque vivíamos los últimos años de la dictadura... En el Jarama fue tercero... en fin, fue un estandarte y como bien dices: después llegaron los otros ;)
Anónimo ;) Gracias por tus palabras y la parte que me toca. En cuanto a la «inmolación» lo cierto es que no hubo tal. Emerson quiso apoyar el proyecto dándole forma y visibilidad, consciente, seguramente, de que su nombre suponía un incentivo para patrocinadores y medios de comunicación. Además, cuando lees lo que él mismo dice sobre aquella época, queda claro que se sentía plenamente realizado en sus logros y consideró que er el momento de hacer otras cosas ;)
Abrazote mañanero ;)
Jose
Gracias por contarlo José. Eres un plumota, no plumilla ;).
EliminarAl protagonista le seguí fervientemente en Indy. Y como dices, era un referente dondequiera que compitió.
Algo de la simpatía entre Ayrton y Emmo puede ser regional. Recordemos que estas dos grandes ciudades brasileñas llevan en la fantasía popular un enfrentamiento entre dos personalidades diferentes: Los "paulistas" (Sao Paulo) son los suizos de Brasil. Son los que llegan temprano, estudian, trabajan, son serios. Por otro lado están los "cariocas" (Rio de Janeiro). Son los que siempre están de buen humor, bailan, disfrutan, y son simpáticos.
ResponderEliminarTodo esto, siempre, en la fantasía popular. Como todas las generalizaciones, hay millones de excepciones.
Piquet es carioca, Emmo y Ayrton paulistas.