Por razones que no vienen demasiado al caso, este comienzo de semana estoy tirando de agenda para charlar con amiguetes y conocidos de esto de la comunicación en el mundo del motor, y me estoy dando de bruces con un escenario menos halagüeño del que imaginaba.
Soy optimista por naturaleza y aunque preveía descojone apocalíptico después de la salida de Fernando Alonso de la Fórmula 1 [Ahí que vamos...], no había calibrado que las cosas podían ir tan rápido.
Tampoco pretendo ser agorero con esto, pero ahí fuera se están empezando a percibir síntomas de un posible estallido de nuestra pequeña burbuja que tarde o temprano acabaremos notando en nuestras propias carnes.
Es obvio, o me lo parece, que no hay tiempo material para preparar a toda una afición para un cambio de escenario como el que propone la IndyCar, por ejemplo, y aunque al final será en los USA donde rentabilicen la presencia de Alonso si al final decide competir toda la temporada, lo cierto es que aquí todo esto está pillando con el pie muy cambiado al personal. La prueba del algodón se tiene ya sobre la mesa: el WEC muestra tirón alrededor de la celebración de las pruebas pero tiene una respuesta flojísima antes y después, lógicamente, salvo que puntualmente surja alguna noticia de calado, y esta tendencia, me dicen, es extrapolable a lo que puede ser el comportamiento mayoritario del público al respecto de cualquier otra actividad del motor que no sea la Fórmula 1.
Antes de que me echéis a los lobos, quiero matizar que no estoy hablando de falta interés por otras disciplinas, sino, más bien, de que hay muchas dudas en el ambiente sobre si éste será capaz de soportar tanta actividad comunicadora como hasta la fecha, y por lo tanto, de generar el suficiente tráfico como para atraer la necesaria publicidad.
Tampoco tiene que ver mucho que Fernando se marche. Bueno, sí tiene que ver porque, en el fondo, supone un mazazo a una situación que ya venía siendo muy delicadita por mor de que nuestro deporte tampoco es que esté como para tirar cohetes, que sé que nos entendemos.
Aquí me gustaría matizar, también, que nos podemos ir ahorrando en consabido temita de alonsismo vs. afición sana y tal, ya que el problema es otro, concretamente el mismo fenómeno que afecta a todo el periodismo por igual y lleva más de una década haciéndolo astillas.
Y bien, como se escapa del interés de esta entrada analizar o profundizar en las penurias del sector de la comunicación y, además, tenéis material abundantísimo al que recurrir, con vuestro permiso retomo el hilo de este texto, que no es otro que como hemos dicho muchísimas veces en Nürbu: no somos tan diferentes como pensábamos. El periodismo está en crisis como actividad económica, y a nosotros, como consumidores, nos compete la parte correspondiente. Toca adaptarse o morir, y si resultaba previsible que la partida del Nano a otros ámbitos deportivos iba a sacudir nuestros cimientos, usos y costumbres, como comentaba al inicio, lo cierto que la cosa va mucho más rápida y apunta a negros nubarrones en el horizonte.
Ahí fuera se la están comenzando a coger con papel de fumar mientras se evalúa correctamente el nuevo escenario. Vienen tiempos difíciles, o quizás ya hayan llegado.
Ahí fuera se la están comenzando a coger con papel de fumar mientras se evalúa correctamente el nuevo escenario. Vienen tiempos difíciles, o quizás ya hayan llegado.
Os leo.
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