Rocket Man

Detrás de todo crimen hay más de un culpable, pero antes de seguir exponiéndome a que Manu termine por darme un sartenazo si sigo tensando la cuerda de su paciencia, admitiré esta tarde que sí, que fue Nico quien apretó el gatillo en Spa-Francorchamps. Ahí no hay dudas, creo. Pero, al fin y al cabo, ésta es la parte sencilla y a los Leo nos gusta escalar las aristas por la zona menos amable.

Si estuviésemos rodando The Matrix, un suponer, y hubiésemos dispuesto alrededor de la escena 240 o 320 cámaras, veríamos, efectivamente, una secuencia de pocos segundos a 360º en la que a Hulk se le va mucho la pinza, o quizás no tanto. 

Me imagino dentro de uno de esos cacharros. Arrancas a tomar por el saco de la parrilla y aprietas con la intención de ganar unos metros en La Source porque resultarán vitales luego. Hulkenberg es un piloto de carreras y sabe perfectamente que una importante cuota de su éxito pasa por empatizar con todos los bichos que le rodean y predecir sus movimientos, y si no es factible, inventar soluciones, como hizo Fangio en Le Mans 1955. Éste irá por aquí y éste otro por allá, más o menos. Y el alemán se pilla a Fernando como referencia porque el ovetense sabe buscar hueco y si él lo encuentra, pues eso...

Pero algo falla delante y nuestro protagonista se enfrenta a un tapón, con el pie a tabla y la segunda marcha engranada. Y aprieta el freno cuando ya es tarde, y bloquea las ruedas. Y como el monoplaza pesa casi una tonelada y las Pirelli agarran una mierda, comienza a deslizarse sobre el asfalto como si fuese hielo, mientras reza a san Judas Tadeo para que Alonso se lo perdone, pues parece inevitable que se lo lleve puesto...

Esto es lo que nos cuentan las cámaras que usaban los hermanos Wachowski para que viésemos a Neo sorteando las balas. Pero ahí dentro hay un hombre que ha apostado todo lo que tiene, en una miserable fracción de segundo, a una aventura de final incierto que salió anteayer como el puñetero culo.  

Hulk sabe ahora que Fernando no es un 100% seguro. Al español también le pasan cosas e imprevistos, y aunque el de Emmerich am Rhein no sepa todavía cómo se lo monta el de Oviedo, es seguro que se mostrará más cauto a partir de Monza. De estas cagadas se aprende más que en un master, y aunque la cosa saliera como salió, todo será diferente a partir del próximo domingo, porque Nico es de los que no hay que recordarles las cosas.

Pero el hombre, nuestro héroe hoy, es el que me interesa, Manu. El de Renault no pasa por un buen momento. Hoy Abiteboul ha admitido que Ricciardo ha firmado como primer espada de La Régie, lo que deja al vencedor de Le Mans como segundo; y a mí todo esto me recuerda a la entrada que escribí en 2012 sobre las cosas que podían haber afectado a Romain en su explosiva salida durante el Gran Premio de Bélgica de aquel año [Risto, que estás en los cielos]. Por cierto, el primer comentario a aquella mi entrada es de Carlos Castellá, Maese, y sí, parece increíble que sigan ahí fuera sin comprender que la prisa también es protagonista de nuestro deporte.

Nico la sufría (a la prisa me refiero), cuando decidió hace un par de días jugársela a una carta en Spa-Francorchamps, total, para que a la postre le haya supuesto una sanción de diez puestos en parrilla en Monza y unos puntos menos en ese carnet que no ha demostrado todavía para qué coño sirve. ¿Es culpable? ¡Sí, por supuesto!, él lo admitía antes que nadie, pero sólo es responsable de haber puesto en marcha una bomba de relojería diseñada por la FIA, que si no, ¡de qué!

Os leo.