miércoles, 29 de agosto de 2018

Jorge [@MajdalaniJorge]


Cuando todo esto pase quedarán nombres que ahora ni compiten ni se postulan para formar parte del futuro, y Jorge será uno de ellos, no me cabe la menor duda.

Cuando se silencien el griterío y el ruido y la lucha a degüello por el clic, al periodismo bueno le seguirá haciendo falta esa pequeña dosis de sensibilidad que hace que el lector empatice con la realidad a través del relato en la noticia, la crónica o la opinión. Intuyo dónde andaré entonces. Obviamente desconozco qué hará Jorge, infinitamente más joven que yo, aunque doy por seguro que seguiré descubriendo su nombre donde lo firman quienes gozan del carisma de la autenticidad.

A veces ocurre. Sucede que descubres a quien es mucho más grande que tú aunque le falten los años que a ti te sobran, y tienes la fortuna de observarle crecer y hacerse denso mientras atesora aromas y profundidades que inevitablemente vuelca en sus textos privados [Agua de febrero] y públicos, y sabes que llegará el día en que podrás decirle a una de tus nietas, o nietos: lee y dime qué sientes...

El periodismo sin alma es como un monoplaza quieto y silencioso en el interior de un garaje. La frialdad es la norma pero no existe, no debe existir, y cuando retornen los buenos tiempos volverán los Magdalani que tanto necesitamos. Gente buena que no quiere ser sino ella misma, que no pretende trascenderse, que rehuye significarse, que reusa sustantivarse porque tiene grabado en el alma que ser periodista es un servicio en el que lo de menos es si se habla de Fórmula 1 o de la última exposición en el Reina Sofía o el último libro de tal o cual autor.

Jorge lleva esa magia dentro, y a mis nietas o nietos, cuando hayan leído y sentido, les podré decir orgulloso que ese Magdalani tan necesario me adoptó como quien adopta a un gato refunfuñón. Que me quiso, y me quiere y me seguirá queriendo, y que juntos compartimos en la inmensidad de internet canciones de Coque o Los Ronaldos. Y nos abrazamos en la lejanía. Yo viejo, él fuego que recién ha comenzado a devorar las ramas que ha dispuesto el chamán en el cerquillo de piedras para que la noche no resulte tan solitaria.

Haz que pare el tiempo y que sople fuerte el viento.
Llévanos al mar y haz que se abra el cielo...

Os leo.

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