No sé lo que se siente dando el banderazo de salida a las 24 Horas de Le Mans, qué os voy a contar, pero os juro que pagaría media vida o la vida completa por saberlo...
Hoy está siendo un día único. El tenista al que más ha escupido la prensa francesa a lo largo de su carrera profesional, daba la salida a la corte de coches que encabezaba el vehículo que tripula durante esta edición el individuo más escupido por la prensa británica. Todo un hito, sin duda. Algo que merece la pena ser vivido al menos una ocasión por cada existencia.
No sé cuántas vidas me quedan. He muerto varias veces pero sé que no soy como los gatos, ni como los de afuera, aquí en Gorliz, ni como los que me han acogido en casa como uno más, de los suyos, se entiende. ¿Una, dos...? ¡Qué más quisiera!
Luisita, la pequeña, esa gatita a la que llamé Lewis en inicio creyendo que era macho y negro, como Hamilton, duerme todas las noches meciéndose con mi respiración. Es de pelaje negro, obviamente, pero pesa una castaña y es hembra como la luna, como la noche, como la playa, como el amor verdadero. No sé si llega a los dos kilos, pero es mimosa y me quiere, y me necesita, cosa que creo que es más importante en nuestra relación que nuestro tamaño y nuestras respectivas confusiones.
Y ha sido que este mediodía Eurosport haya enfocado (por fin) a Rafa en la repetición de la salida de las 24 Horas, y que Luisita se haya quedado como extasiada frente al televisor. Y le digo a Cata: mira a la niña, y Cata que me contesta: ¿por qué son así?
Le Mans, dos cuentas pendientes coincidiendo en el mismo espacio. Una de ellas meciendo la tricolor y la otra a pie de garaje, esperando a que Buemi le acabe dando el relevo a media tarde... Y Luisita mirando fijamente la pantalla, recordándome que la vida es juego, que sólo vivimos una vez aunque para ella sean siete vidas y para mí, dos, o tres con suerte, quizás alguna más... no lo sé. No me interesa.
Rafa y Fernando, y Antonio y Miguel... Hay días en que todo se enmaraña. Hoy hemos bautizado a mi sobrina nieta pequeña, Alma, pero hace un rato, quien sabe si para compensar alguna ley del universo, el bueno de Ángel, el padre de Itxi, ha llegado a su punto y final como llegó mi hermano un lejano 12 de febrero de 2015, mediodía entonces...
¡Vivir! Se dice pronto, se dice rápido, pero no logramos asimilar en qué consiste eso que llamamos vivir pero vemos de tan y tan de lejos. La intención es lo que cuenta, dicen. La esperanza y los sueños, eso y que Luisita me siga mirando como no sabe mirar nadie: con gesto travieso, atrevido, buscando en mí cualquier motivo para seguir jugando.
Os leo.
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