May the Sun Always Shine!

Resultaba inevitable que ocurriera. Tarde o temprando se iban a terminar sacando jugosas lecciones sobre equidistancia entre la Resistencia y la Fórmula 1 y se nos iba a solicitar un respetito por favor para con ciertas anomalías, por decirlo en suave, que acontecen sólo y exclusivamente en el seno de la que se dice que es la máxima expresión del automovilismo deportivo.

Toyota, por incomparencia de sus rivales, juega casi sola en el Olimpo del súper campeonato WEC 2018-19 y ya está, podemos digerir sin gases ni eructos que Red Bull ejerciera prácticamente idéntico papel entre 2010 y 2013, y of course!, que Mercedes AMG la haya sustituido a partir de 2014. ¡Hala, todos a dormir tranquilos! Se ha cerrado el círculo y a partir de aquí no caben más palabras salvo que seas un mal aficionado o un envidioso de mierda y la inquina gobierne tu negro corazón...

El caso es que existe una serie de inconsistencias en este argumento —denominarlo sofisma sería un insulto a la inteligencia—, y puesto que no acostumbro a trataros como imbéciles he pensado que casi que las vemos juntos y luego sacáis vosotros vuestras propias conclusiones.

El WEC atiende a cuatro categorías: LMP1, LMP2, GTE-Pro y GTE-Am, cada una de ellas con sus peculiaridades. Bien, Toyota disputa el campeonato ajustada a la normativa LMP1 para híbridos, ya que tras el abandono de Porsche, por aquello de rellenar el asunto se ha aceptado que haya también LPM1 no híbridos. Obviamente, para que el tema no quede demasiado descompensado se aplica el llamado EoT (Equivalence of Technology), que es una especie de rango de equilibro de fuerzas, enfocado, fundamentalmente, a que los vehículos más potentes vean reducidas sus prestaciones en favor de que puedan ser pillados en carrera por los no tan fuertes.

A los que sólo abundáis en la Fórmula 1 esto del EoT no os sonará de nada porque en nuestra disciplina no existe. Mercedes AMG y Caterham, por ejemplo, corrían bajo el paraguas del mismo reglamento en 2014 y no había más tu tía.

Volviendo a nuestros días. Sauber, otro ejemplo más a mano, se enfrenta a la de Brackley a puritito huevo. Misma cantidad de combustible, misma norma de caudalímetro, y mismas gomas, etcétera. Pero recurriendo al simil facilón que circula ahora por redes sociales, cabe recordar que la de la estrella de tres puntas y la de Hinwil corren en la misma categoría, que en el fondo es lo que son la LMP1 y la F1: fórmulas específicas.

A mí la descompensación en lo nuestro me parece más que evidente, pero allá cada cuál con su discurso. 

En todo caso, por si la cosa no estuviera tan descompensada de raíz en la Fórmula 1, van y aquí entran además el negocio, los politiqueos y el todo vale por el espectaculo, y asistimos a etapas de nuestro deporte en que el reglamento se aplica más laxo para unos que para otros, donde el proveedor único de neumáticos trabaja con mayor pundonor y ahínco con unas escuderías que con otras, o sencillamente, en los que la FIA toma partido por éste o por aquél, normalmente por uno de los equipos grandes porque los pequeños son siempre sacrificables, o castiga con contundencia algunos excesos o saca una grúa para ayudar al pequeño si es preciso...

Entiendo que haya quien se sienta animado a venirse arriba con todo esto y nos exija el respetito por favor que aludía más arriba, pero lamento deciros que las posibles comparaciones se me han acabado desde que he empezado a escribir la primera línea de este texto. Y es que todos los dominios no tienen por qué ser iguales ni tener el mismo valor.

Venga, os leo.