lunes, 16 de abril de 2018

Vivir sin Formula E


Me vais a disculpar que empiece el lunes siguiente a una carrera escribiendo sobre la Formula E, pero nos queda semana y media hasta coger el puntito al Gran Premio de Azerbaiyán y como en cuanto se acabe la pólvora del de China acabaremos volviendo a los bulos y las declaraciones y contradeclaraciones, a poner mayúsculas aquí y allá, a Honda vs. McLaren y al vendehumos de Alonso, creo que tiempo tiempo suficiente estos próximos días como para permitirme hablar hoy de una cuestión que no suelo abordar habitualmente desde Nürbu.

Dicho esto, la Formula E me entretiene —el E-Prix de Roma estuvo francamente bien en este aspecto—, pero la disciplina no me merece mayores consideraciones salvo la de hacerle alguna mención que otra, muy de vez en cuando, porque va dirigida a un público que en pocos años será el mayoritario en Fórmula 1.

Mientras tanto, me temo que toca aguantar la eclosión de un fenómeno que encandila a la mayoría de redactores de noticias porque es reciente y porque el ruido que produce se vende al público joven con mayor facilidad que una actividad tan compleja como la nuestra. 

Desde luego aquí cabe muy poquito que objetar. Agag y su gente han dado en la diana pariendo un caramelo que tiene la bendición de la FIA y la industria automotriz, incluso la que nos la dio con queso con el tema de los diésel y el CO2, y seguramente nos la esté dando con lo eléctrico, y aunque Montreal haya pensado que los contras de sostener un E-Prix superan a los beneficios que trae consigo [Falta de rentabilidad lleva a Canadá a desligarse de la Fórmula E], o Renault tenga planeado para la campaña próxima abandonar la disciplina por la que tanto apostó en un pasado reciente [Renault abandonará la Fórmula E al final de la cuarta temporada], lo que queda en la retina del aficionado poco hecho es el fulgor de los fuegos artificiales, y eso es lo que estamos consumiendo en la actualidad en tanto en cuanto a Formula E: luces de colores.

Decía más arriba que el coño campeonato «E» me entretiene, pero tampoco quiero que saquéis la conclusión de que me convence, porque no lo hace.

No sois pocos, precisamente, los que soléis preguntarme cómo veo todo esto —con bastante asiduidad, por cierto—, y a todos os digo lo mismo: el motorsport es un negocio y mi bola de cristal tiene las pilas gastadas. No sé, si algo pita será el futuro, y si no, tarde o temprano acabará siendo un mero recuerdo...

Y el caso es que la Formula E pita bien y tiene buena publicidad. Además, encaja en las expectativas de un público que dispone de poco tiempo, que tiene mucha prisa y sólo ha conocido el viejo mundo del motor a través de referencias o de Youtube, que para colmo ejerce mando en plaza porque en la actualidad escribe desde portales y páginas de internet...

¿Es una moda? Sinceramente lo desconozco. Lo que sí tengo claro es que va a seguir abriéndose paso mientras Agag y su tinglado sigan siendo capaces de sacar conejos de la chistera y encuentren gente a su paso que se limita a cantar las bendiciones del invento mientras rehuye hacer cualquier tipo de crítica.

A ver, vivimos inmersos en un mundillo de por sí bastante acrítico, y esto es así y va seguir siendo así por muchas vueltas que le demos. La novedad tiene rango de noticia y se convierte fácilmente en tendencia porque sí, y aquí sólo cabe admitir que la Formula E la ha clavado. Dispone de todo lo necesario para triunfar como espectáculo: es sencilla de digerir, no origina gases y todo el mundo la entiende...

¿Pero se puede vivir sin ella? Sí, diría rotundamente que sí, porque aportar, lo que se dice aportar, aporta más bien poco, aunque esto que digo no deja de ser una mera opinión.

Os leo.

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