¡Iros al carajo!

Estamos a las puertas del partido de vuelta entre Lewis Hamilton y Sebastian Vettel después del gatillazo de este último en 2017, y en vez de disfrutar viendo cómo se caldea el ambiente ante el choque de trenes que suponen ocho Mundiales luchando a puro huevo por coronar primero la gesta de Fangio, te encuentras aquí y allá con monsergas, viacrucis y crucifixiones, que insisten en dejar de lado a los dos protagonistas naturales de 2018 para centrarse en un asunto que en sentido estricto no afecta sino colateralmente a la Fórmula 1.

Llevo casi once años en esto y la queja siempre tiene idéntico recorrido, cortito pero insistente. Nadie escribe lo que quieren leer los irritables, pero entre estos últimos no hay cuajo suficiente como para escribir sobre lo que les gustaría leer, y así, la dirección de la herida siempre adopta el mismo sentido: criminales o indocumentados ofenden con sus opiniones a los entendidos que viven, pernoctan y desayunan en Twitter, porque los primeros siempre están con lo mismo, dicen...

Pasando por alto que en estos momentos no sólo en España se está hablando de Fernando Alonso y que su nombre ocupa titulares y portadas por doquier, no me entra en la cabeza que nadie se atreva a romper la dinámica dedicando algo de prosa, o unos versos, a Lewis y a Sebastian o a Sebastian y Lewis, si así lo preferís.

La mayoría de los que se sienten ofendidos por esta realidad que les incomoda, aunque los mantengan acumulando polvo tienen a mano púlpitos desde donde hablar al vulgo de eso que llaman ellos su pasión. Pues bien, desde aquí les reto a que nos alumbren desde sus columnas o espacios públicos con alguna de sus ideas al respecto de 2018 para que luego se puedan debatir. Mínimo 550 palabras por escrito. 

Yo me comprometo a caldear el ambiente al menos una vez por jornada desde mañana martes, refiriéndome a Hamilton, a Vettel, o a los dos, y si por un casual no lo consigo, admitiré que se me mande al carajo.

De la misma manera, entiendo que quien no sepa o pueda hacer el ejercicio de escribir un miserable texto —uno; sólo uno—, sobre cualquiera de nuestros tetracampeones en el espacio de estos próximos siete días, aceptará de buen grado que la siguiente vez que me lo cruce en redes sociales, quejándose, cómo no, le mande a idéntico sitio o le recuerde lo comodito que se vive sin mojarse los pies ni mancharse los zapatos.

Os leo.