Tres muescas, Maurizio

Hay días para olvidar y días de mierda que no se olvidan tan fácilmente. Pues bien, anteayer, Arrivabene supo que le había tocado sufrir uno de estos últimos desde el momento mismo en que Verstappen mordía el cajetín de flaps derecho del alerón y se llevaba por delante el canalizador del vehículo de Vettel. Eran las 14:02 o 03, o 05 de la tarde, más o menos...

Con la aerodinámica dañada, Sebastian no podía evitar rematar la faena del holandés sorteando un piano de aquella manera, maltratando así el fondo plano y obligando a La Scuderia a cambiar de planes en la vuelta 1. 

Bueno, ya sabemos que a Maranello le van mal estas circunstancias que podríamos definir como chungo pasteleras, vamos, que sabes cómo empiezan y para colmo, sabes también cómo van a terminar.

En fin, lo tradicional ante este tipo de situaciones habría sido que la reacción de la rossa acarrease funestas e impredecibles consecuencias, como si le proporcionas a un chimpancé un AK-47 con el peine atiborrado de balas y sin el seguro puesto, pero el estanquero no es el seminarista Domenicali ni el octópodo Mattiacci, de forma que, consciente de la que se le ha venido encima con la explosiva salida de Max, Maurizio coge el toro por los cuernos y olvida instantáneamente que después de Mónaco había dicho que se le escapaba una sonrisa cada vez que le preguntaban si sus dos pilotos gozaban de las mismas oportunidades.

La consigna a partir de ese instante era minimizar los daños y aquí hay que quitarse el sombrero ante Arrivabene, ya que sin reparos ni remilgos, pone todo el engranaje de la de Il Cavallino al servicio de que el titular del monoplaza número 5 llegue lo más arriba posible, cosa que, obviamente, no entendieron los que siguen empeñados en no llamar las cosas por su nombre.

Kimi va mejor que Sebastian por un vaya usted a saber, que con los sobrevalorados nunca se sabe. Iceman también lleva la aero tocada pero va mejor que el alemán, que es lo que importa, y aquí Ferrari no se hace la picha un lío como otras veces, y mete primero al finlandés a garajes para dejar el paso expedito a su compañero, y después le pone ruedas nuevas al de Heppenheim con la intención de que sea él quien se abra paso hasta Ricciardo, chicos de Force India mediante.

Esta es una de esas hazañas que pasan desapercibidas, pero a Maurizio le permitiría hacer tres muescas en su revólver después del Gran Premio de Canadá:

La primera por gobernar el timón de Maranello sin hacer caso a los grumetes ni a las sonrisas posteriores a Mónaco, mucho menos a la prensa. La segunda, por demostrar a los aficionados que hay estrategias mucho más interesantes que ver de qué colorines van los sectores o qué tipo de neumático monta cada coche de un equipo. Y la tercera, por romper la tradición rossa y hacer que un día de mierda sea sólo un mal recuerdo para los tifosi, como otros tantos, por cierto, que aquí ponemos a Stefano en el muro y Kimi y Sebastian ni huelen los puntos.

Os leo.