La repesca de Williams sobre mi Felipe ha reabierto algunas viejas heridas que ni siquiera sé por qué no se cerraron entonces, cuando, a decir de los profetas, ya estaba meridianamente claro de qué iba este deporte: de ganar pasta.
Felipe Massa no es Jude Law pero ha vuelto a Grove para hacer de hombre anuncio de Martini ya que el jovencito Stroll y los de su quinta no dan la edad para andar promoviendo el consumo de alcohol.
Os lo dije, creo; yo prefería a Charlize Theron para el papel de sustituir a Bottas, pero ya confiesa Michèle Mouton que está difícil la cosa de que una mujer compita en la máxima categoría. Dinero, hombres, objetivos. Asuntos serios, todos ellos, que no se pueden dejar en manos inadecuadas, ya sabéis, que hasta los del Spitting Image entendieron bien pronto que o ponían a Margaret Thatcher orinando de pie en el water closet de caballeros, o nada de nada.
Tres décadas hace de aquello, que se dice pronto, y aunque me quedo con las ganas de saber cómo encajarían aquellos guionistas a Theresa May entre tanto cachondeo como produce el mundo a diario, saco como conclusión que en algo más de un cuarto de siglo no sólo no hemos avanzado, sino que hemos retrocedido. Parece que hay más mujeres ahí, donde se deciden los rumbos, pero la sensación es otra: virilidad disfrazada de oveja porque si no, no pasa. Y los niños de azul y las niñas de rosa. Ellos ajumados, ellas borrachas... Y todos en el penal de Reading, escribiendo una y otra vez De Profundis.
En fin, hemos olvidado el secreto sentido de las palabras y confundimos un derecho consensuado con un privilegio, o el miedo a abandonar la momentánea seguridad que ofrecen los números con el rigor.
Y trastabillamos, lógicamente, intentado entender cómo es posible que un piloto como Felipe Massa haya sido rescatado de su retiro por seis millones de dólares y sin pedirle a cambio que devuelva su flamante FW38. Y sacudiremos al paulista durante la temporada 2017, y le recriminaremos que no haya dejado sitio a esa sangre nueva que siempre está llegando. Y nos rasgaremos las vestiduras por la oportunidad perdida y tal, cuando lo que sucede es tan sencillo de entender como que mi Felipe es necesario para los intereses de Grove y de Martini.
Acumula mucha experiencia, conoce el equipo y puede adaptarse al FW40 porque ha llevado el volante de su precuela. No es Jude Law, pero el brasileño tiene más de 27 años y encaja en las expectativas del patrocinador principal. Quizás no sea éste el escenario ideal, pero si este deporte va de ganar pasta, lógico resulta que respetemos la decisión de Williams y, de paso, a mi Felipe. Un año pasa rápido.
Os leo.
Felipe Massa no es Jude Law pero ha vuelto a Grove para hacer de hombre anuncio de Martini ya que el jovencito Stroll y los de su quinta no dan la edad para andar promoviendo el consumo de alcohol.
Os lo dije, creo; yo prefería a Charlize Theron para el papel de sustituir a Bottas, pero ya confiesa Michèle Mouton que está difícil la cosa de que una mujer compita en la máxima categoría. Dinero, hombres, objetivos. Asuntos serios, todos ellos, que no se pueden dejar en manos inadecuadas, ya sabéis, que hasta los del Spitting Image entendieron bien pronto que o ponían a Margaret Thatcher orinando de pie en el water closet de caballeros, o nada de nada.
Tres décadas hace de aquello, que se dice pronto, y aunque me quedo con las ganas de saber cómo encajarían aquellos guionistas a Theresa May entre tanto cachondeo como produce el mundo a diario, saco como conclusión que en algo más de un cuarto de siglo no sólo no hemos avanzado, sino que hemos retrocedido. Parece que hay más mujeres ahí, donde se deciden los rumbos, pero la sensación es otra: virilidad disfrazada de oveja porque si no, no pasa. Y los niños de azul y las niñas de rosa. Ellos ajumados, ellas borrachas... Y todos en el penal de Reading, escribiendo una y otra vez De Profundis.
En fin, hemos olvidado el secreto sentido de las palabras y confundimos un derecho consensuado con un privilegio, o el miedo a abandonar la momentánea seguridad que ofrecen los números con el rigor.
Y trastabillamos, lógicamente, intentado entender cómo es posible que un piloto como Felipe Massa haya sido rescatado de su retiro por seis millones de dólares y sin pedirle a cambio que devuelva su flamante FW38. Y sacudiremos al paulista durante la temporada 2017, y le recriminaremos que no haya dejado sitio a esa sangre nueva que siempre está llegando. Y nos rasgaremos las vestiduras por la oportunidad perdida y tal, cuando lo que sucede es tan sencillo de entender como que mi Felipe es necesario para los intereses de Grove y de Martini.
Acumula mucha experiencia, conoce el equipo y puede adaptarse al FW40 porque ha llevado el volante de su precuela. No es Jude Law, pero el brasileño tiene más de 27 años y encaja en las expectativas del patrocinador principal. Quizás no sea éste el escenario ideal, pero si este deporte va de ganar pasta, lógico resulta que respetemos la decisión de Williams y, de paso, a mi Felipe. Un año pasa rápido.
Os leo.
Políticamente correcto como ningún otro piloto. Pero con esa pizca justa de malignidad y egoísmo, como cuando le atravesó el coche a Ham en la qualy de Mónaco.
ResponderEliminarYa tengo lo mío, y ahora a tomar por saco todos! Jaja! Mira la que has montado, caaabrón! El vendaval que has desatado, levantándole las faldas a toda la organización...