Por fortuna hay muchas actitudes que cura la edad, aunque por desgracia, la tontería es una de las más resistentes al paso del tiempo.
Lo he escrito aquí innumerables veces, y es normal porque en esta miseria de blog han trancurrido mis últimos nueve años y medio —la Fórmula 1 da para mucho pero mi propia vida da para mucho más—: todos y cada uno cedemos una parte de nosotros mismos a esos ídolos infantiles o juveniles, o maduros, a los que debemos una buena parte de nuestro crecer.
Quizás aquí radique la razón de que me considere un aficionado más de piloto que de escuderías o proyectos, y de que me muestre reacio a tragar con una modalidad de explotación deportiva que por sustantivar la excelencia de las marcas, arrincona a los seres humanos que se juegan el tipo cada fin de semana de carrera.
En los setenta del siglo pasado nuestro deporte vendía tabaco y necesitaba que los héroes fuesen viriles, hoy, sin embargo, la prima donna es el ingeniero y dicen que el piloto sólo ayuda a pulir el setup...
Seguimos vendiendo intangibles, como sucede en el cine, pero cuando he conocido la muerte de Carrie Fisher y he leído las inevitables referencias y comparaciones al respecto de sus intervenciones en los primeros capítulos de la saga Star Wars, he recordado el poco valor que le damos a las arrugas y lo mucho que huímos de las patas de gallo, olvidando en el camino que la actriz o el actor ponen alma al personaje, como nos decía Salvador Mora que la ponen los pilotos a unas máquinas que, sin su contribución, no tendrían ningún sentido.
No ha fallecido Leia Organa, la princesa. Ha muerto la mujer que la dio vida y personalidad en un formato de cine, en el cual, los efectos especiales empezaban a ser tan importantes como ahora. Obi-Wan Kenobi no podrá responder jamás a su llamada, aunque gracias a Dios, nadie ha mencionado (todavía) que Carrie se parecía a Senna.
May the force be with you!
Me enteré de la noticia al llegar a casa después de ver con mi hijo y mi chica Rogue One, donde aparece ella durante unos pocos segundos recreada por ordenador, joven y lozana. Durante el camino a casa traté de explicar a mi hijo el follón de la numeración de las pelis de Starwars. Para mí la primera es La guerra de las galaxias, y para él es la cuarta. La que vimos ayer vendría a ser la tercera-bis. En fin. Se va una parte de mi infancia y adolescencia.
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