Noche de ánimas

Ataros los machos, voy a defender a Vettel aunque me siga cayendo como el culo, recordando que ayer, si viviera Il Commendatore, il padrino habría sido el primero en arroparle, porque Ferrari lucha hasta la extenuación o el desastre, y siempre es preferible caer así, roto, rosso mientras te escupen, que hacerlo bajo toneladas de autocomplacencia.

Estoy mayor para aceptar que no existe para mí una Tregua de Navidad. ¿Sabéis esa historia, no? Si no la conocéis, joderos, es una de las más hermosas que ha escrito la humanidad, pena que llegaron los de siempre para imponer el orden y la disciplina. Pero decía que estoy mayor para aceptar que hay que rechazar de plano que años y años esperando a que un niñato se enseñe como un hombre, cuando por fin éste muestra los dientes, responder tan imbécil como para no quitarme el sombrero en señal de respeto.

Habéis vivido poco con enemigos de verdad. Yo, sin embargo, he tenido suerte en eso, tanto que os puedo decir que llega un momento en la vida de todo antagonista, en que uno de los dos contendientes, o los dos a la vez, reconocen en su adversario un fulgor común.

Ferrari corría ayer a la contra. La califiación del sábado no había sido satisfactoria. Sebastian salía séptimo. Arranca bien el domingo, sortea las escolleras de las primeras vueltas pero pierde un puesto aunque se mantiene vivo. Y en el Hermanos Rodríguez, el alemán vuelve a ser el alumno aventajado del diablo que pudimos ver en 2008 y 2009 y dejamos de palpar a partir de 2010. No tiene la mejor máquina pero tiene un objetivo que pasa por sobrevivir a los primeros giros. No busca ser el más rápido, sino quien cuida mejor los neumáticos. Va a una parada, quiere pillar a los Mercedes de Brackley.

Parece Kimi en sus mejores momentos. No tiene prisa, su guerra es la constancia, al menos hasta mitad de carrera. Y cuando parece imposible, lo consigue y estira las gomas de su monoplaza hasta la vuelta 32.

Entra a garajes y sale donde ha comenzado: de nuevo en séptima posición. Pero no importa, el objetivo es ahora el podio, vencer a padre y madre. Vettel navega con brújula firme, su estrategia está siendo como la usada por los chicos de Brackley, pero donde antes hallaba territorio amigo, se encuentra con que ni Max ni Daniel están por la labor de hacerle la cosa fácil. Y estalla por radio sin perder el coche...

El resto lo conocemos pero no me interesa hoy. He defendido tantas veces que no hay derecho a que te pongan un micrófono para saber lo que dices del jefe incluso cuando estás defecando, que me aburre sobremanera valorar que el de Heppenheim se cagara en los muertos de Whiting. Visto el contexto, aún menos.

Vettel no va a por Charlie por muchas vueltas que le demos. En una conversación privada entre ingeniero y piloto, Sebastian da en ella salida a toda su frustración. No estamos ante un tipo que se va al árbitro y le insulta, sino ante un tipo que le dice a su entrenador lo que piensa del árbitro. La alcahueta del FOM hace el resto, pone en evidencia la parte más morbosa y lo demás lo ponemos nosotros, y lo que te rondaré, morena.

—Charlie ha dicho que no [en referencia a que Dirección de Carrera no considera que Verstappen deba devolver la posición].

—¡Sí! ¿Sabes qué?, aquí va un mensaje para Charlie: ¡Que te jodan! En serio, ¡que te jodan!

Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Si nos pusieran un micro que nos acompañara todo el día y nuestro enemigo eligiera las partes que considerara más relevantes, a lo mejor nos decojonábamos todos. En fin, eso de que la privacidad se haga pública lo criticaba hasta Fernando Alonso: «En otros deportes como el fútbol no se escucha lo que dicen los jugadores durante los partidos, pero aquí es normal. Solo estaba hablando con mi equipo y la frustración es comprensible.»

Una actitud a través de la radio aparentemente inadecuada, no puede ensombrecer una gran actuación en pista, y Ferrari, y Sebastian Vettel, firmaron el domingo pasado una sobresaliente carrera que no merece que la empañemos por una circunstancia, que como decía anteayer, firmaríamos todos si tuviésemos cojones y oportunidad de protagonizarla. Al César lo que es del César. Si hay que perder un jamón prefiero hacerlo así que bajo el paraguas del siempre políticamente correcto Marc Gené.

Vinimos a morir sobre el asfalto. Somos rossos para lo bueno y lo malo. Gracias, Sebastian. Forza!

Os leo.