La mano de Dios

Si estuviera entre nosotros el gran Carlos Castellá, seguramente habría mencionado la suerte de los campeones en su crónica del Gran Premio de México, para describir la potra que tuvo Hamilton ayer, evitando una penalización a todas luces merecidísima. 

Los campeones siempre disponen de ese tipo de suerte que no gozamos el resto de seres humanos, y baste recordar para ratificar lo que digo aquel gol que marcó Diego Armando Maradona en el Estadio Azteca de México, cuando Argentina disputaba los cuartos de final del Mundial de Fútbol 1986 frente a Inglaterra. El pelusa jamás negó (salvo en el campo, se sobreentiende) que aquel primer gol fue marcado ilegalmente, aunque tuvo la destreza mental de bautizar el ardid como La mano de Dios para que así se recuerde por siempre jamás.

Lewis carece de la mentalidad chubarrona de Maradona y, por supuesto, de la inteligencia de Maese, lo que le ha llevado a emboscarse de forma marrana en un asunto que debería evitar como huyen del agua los gatos escaldados —ha habido suerte, no ha habido penalización, y bien está lo que bien acaba. Ya me entendéis—. A cambio, ha adoptado la misma actitud que tomó en Australia 2009, cuando fue descalificado por mentir a la FIA: pergeñar una historia que nadie con dos dedos de frente creería, salvo Whiting en México 2016, y por razones obvias.

Con los ecos todavía recientes de su petición de castigo para Nico Rosberg en la calificación del Gran Premio de Hungría, por no respetar las dobles banderas amarillas, Hamilton sabe que necesita coartada para justificar que no lo hayan tocado, e informa a su ingeniero en el primer giro, sobre un problema de frenos sufrido durante la vuelta de instalación del que no informa durante la vuelta de instalación, con tal de justificar de alguna manera que se ha pasado de frenada.

Lewis, que siempre frena tarde a la entrada de una curva, ayer se pasaba de la raya y bloqueaba ante el asedio al que le someten Nico Rosberg y Max Verstappen al final de la larga recta del Hermanos Rodríguez. Se va recto a la escapatoria y en vez de volver rápido por la zona habilitada, se va por el verde y se salta la curva número 2 para reintegrarse casi en la 3, con más de 2'5 segundos de ventaja sobre su compañero.

Pero a la prensa le dice que no ha obtenido ventaja alguna, y hay gente que le cree y en consecuencia, lo defiende. Y él se reafirma en que, como es casi Halloween, se vio obligado a elegir entre muro o hierba.

¿Pero qué muro o qué hierba? Para tomar una decisión tan dramática como la que propone el británico, debería haber estado hace 24 horas en cualquier circuito menos en el de México. 

Hay sitio de sobra, se ve perfectamente en el recorte de arriba. Incluso existe un espacio generoso de asfalto para buscar la reincorporación a pista. Además, si había sufrido problemas de frenos en la vuelta de instalación, como afirma nuestro portagonista, Whiting le debería haber penalizado por imbécil supino ya que tomó riesgos innecesarios.

Lo que ocurre es que Hamilton se pasa de frenada, y una vez en la escapatoria, acortando por la hierba evita reincorporarse en tráfico, amén de que gana una golosa ventaja que hará efectiva hasta que salga el Safety Car. Decir lo contrario es de lelos porque la historia no se sostiene, justificarlo, no sé cómo definirlo. 

El caso es que el individuo que ayer salió de rositas tras cometer un error de conducción grave, ni penaliza por la acción que lo llevó a la escapatoria, ni vio sancionada su actuación tras salir unos metros antes de la curva 3 cuando los demás rodaban para abordar y negociar la 2. Y que no se nos olvide, es el mismo piloto que señaló a su propio compañero ante la FIA por no respetar la reglas en Hungría, o eso decía. No bastaba con levantar el pie entonces, había que levantarlo mucho, que se notase, supongo que como se le notó ayer a él... en fin.

¡Ay, carita de ángel! Lance de carrera, pero se obtiene ventaja, y como de costumbre, Hamilton siempre engaña a los mismos. Hay cosas que no cambian.

Os leo.