Aliques también era hijo de Peleo y Tetis, pero tenía dos talones, dos pelotillas y algunas vulnerabilidades más, razón por la cual es mucho menos conocido que su hermano Aquiles, y, obviamente, no sale en la Wikipedia.
Por lo que he podido saber tras arduas investigaciones, Aliques peleó en la Guerra de Troya pero en el bando equivocado. No es que no estuviera en las filas de los aqueos, es que la historia le volvió la espalda y decidió enterrar su recuerdo. Ni Homero lo menciona en La Ilíada...
Por suerte, todavía quedamos en pie unos cuantos bufones que nos tomamos las cosas serias a chota sustantivando la grandeza que habita en las circunstancias pequeñas, minúsculas como el protagonista de esta entrada, y ello a pesar de que hoy andamos un poco más huérfanos que de costumbre. Darío Fo ha muerto y Leonard Cohen canta «Hineni, hineni. I'm ready, my lord.»
Aliques no tuvo la fortuna de morir joven como don Efecto Coanda, como don Efecto Magnus, como los primos hermanos don Difusor Soplado y don Escape Soplador; como ocurrirá con don Vortex Y250 y don Alerón Delantero, en cuanto los quintaesenciales encuentren un héroe que los sustituya y nos explique el mundo con ese puntito cool que les hace tan y tan especiales.
La Historia no la escriben los vencedores. Los vencedores temen reconocer sus debilidades y la contribución a sus gestas de eso que llaman perdedores. Y les sale la Historia que queda. Así, de corrido, densa e irrefutable. Como sale la receta de amama que no hay Dios que repita porque pasada a la libreta donde quedará para la posteridad, no se menciona entre los ingredientes y las medidas y los tiempos de sartén o de puchero, que hace falta también un poquito de esa alma que sólo era capaz de poner la abuela.
Me enternece el empeño que ponen los expertos en adornar sus estimaciones de arcanos y profundidades. Sus cuentas no salen, como las nuestras, pero las suyas se corresponden con una mitología seria. Repleta de tornillos, ecuaciones y tuercas. Pero seria...
Aliques murió de anciano, como se apaga la llama de una vela. Su madre no lo sostuvo por el talón para introducirlo en la Laguna Estigia. Al parecer, cuando niño, le dejó nadar desnudo en ella.
Os leo.
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