Con las patas de atrás

Ferrari había superado lo peor en el Gran Premio de Bélgica. Pirelli y la FIA habían consentido el viernes por la tarde en abrir ligeramente el camber a partir del sábado. De -3'50º en el tren delantero se pasaba a -3'25º, algo que sobre el papel perjudicaba a las plataformas más agresivas, como Red Bull, y beneficiaba a las que necesitaban más huella de contacto entre la goma y el suelo, como la rossa.

Los beneficios se notaron en calificación y en los primeros compases de la carrera. Con mejor tracción, los coches de Kimi y Sebastian devoraron literalmente a Max Verstappen en la salida, obligando a éste a cerrarse para tomar La Source sobre sus pianos.

La primera curva de Spa-Francorchamps disfruta de un bonito peralte que da lugar a que la mejor trazada pase por atacar el vértice aprovechando el desnivel. Nico Rosberg la había negociado bien, pero el número 33 de Milton Keynes iba a verse obligado a extender su salida....

Raikkonen también la estaba negociando correctamente. Vettel, sin embargo, llegaba a La Source más abierto. 

Había que mantener la calma, valorar la situación. Ser inteligente, en una palabra. Pero a Sebastian le puede el instinto y considerando —sospecho— que Kimi le va a dejar espacio, se cierra buscando el apex... El resto ya lo conocéis: la posición de Verstappen impide que Iceman se ciña lo suficiente, el SF16-T número 5 golpea entonces al número 7 y éste al RB12 del holandés, suponiendo todo ello un claro ejemplo de lance de carrera (así lo veo), pero también un estúpido e innecesario tiro en pie para las aspiraciones de La Scuderia en Bélgica.

¿Hay culpables? Sí, obviamente: las prisas y sin duda un exceso de presión en la de Il Cavallino que originó más tarde que la furia italiana se desatara sobre la joven promesa de Red Bull, mientras que Maurizio Arrivabene callaba como una ramerilla en vez de imponer algo de cordura en el asunto. Y es que aquí está el quid de la cuestión: Ferrari, a falta de resultados, necesita constantemente de excusas a las que aferrarse.

Sin la bendición que supuso para La Scuderia la bandera roja después del accidente de Magnussen,  la rossa habría naufragado en Spa casi con total probabilidad. Hubo suerte y puesto que es un ingrediente imprescindible de las carreras, hay que aceptarla tal cual viene, e integrarla después en los análisis, lo que no vale es tirar balones fuera gracias a Max Verstappen o con lo que se cruce en el camino.

Como decía más arriba, el hijo de Jos había dejado de ser un problema para Ferrari en La Source una vez había sido superado en la arrancada. Los superblandos usados que montaba su RB12 no iban a durar mucho (a los Force India les duraron 6 giros), pero el incidente hizo que los tres pilotos involucrados en él entraran en garajes al mismo tiempo, lo que de facto supuso tablas con obligación de recuperar puestos y, además, con tráfico... 

¿Merecía realmente la pena? Pienso que no.

Sergio Marchionne tal vez se sienta satisfecho con haber salvado los muebles en un circuito tan duro como el belga, pero es el principal culpable de que las prisas compartan habitáculo con Sebastian y Kimi —bien es verdad que a éste le importa poco tal compañía de viaje—, y de que Ferrari continúe perpetuando la senda del arruinarlo todo con las patas de atrás.

Viene Monza, apenas queda tiempo para recobrar la serenidad, pero los tifosi agradeceríamos el esfuerzo.

Os leo.