Benny Hill sin complejos

El Gran Premio de Gran Bretaña ha estado bien hasta que alguien que admite que no aguanta a Sergio Pérez y no le gusta Raikkonen, me ha recomendado que deje de ver carreras durante una temporada porque bajo mi humilde opinión, a Josep Lluis Merlos y Joan Villadelprat sólo les ha faltado vestirse de cheerleaders en el set de Movistar F1 de lo mucho que han jaleado a Hamilton.

Vaya por delante mi enorme admiración por estos tipos que tienen los santos cojones de exponerse así ante el populacho, para que éste les llene de babas o les tire tomates según sea el cariz de sus comentarios. He defendido tantas veces a Antonio Lobato por cosas similares, que hoy he sonreído en más de una ocasión y he reído otras tantas, al comprobar durante la retransmisión de la carrera en Silverstone, que es mentira que se pueda amar la Fórmula 1 sin tener un corazoncito que palpita por éste o por aquél otro piloto.

Y me felicito por todo ello ya que en un mundo cada vez más frío, se agradece el calorcillo humano que transmitían esta tarde Josep Lluis y Joan y que trataba de atemperar Pedro como podía.

Lo prefiero así. En comunicación deportiva no me caben equidistancias porque sin pasión el espectáculo está muerto y queda para los meapilas que creen que el cielo es un lugar donde todo el mundo viste de blanco y va bien peinado y con las uñas recién cortadas, y nadie fuma ni bebe, ni folla, por supuesto. Lo prefiero así, repito, aunque a la hora de escribir aquí peyorice ciertos aspectos en favor de otros, sencillamente por no olvidar que somos un puto país de estreñidos y que así nos va.

A Rosberg le ha caído una penalización de 10 segundos que sube a Verstappen hasta la segunda posición y deja a Lewis a 1 punto de liderar el Mundial. Nadie investigará los asaltos de Hamilton al Safety Car (al menos dos), ni el frenazo que ha metido a la parrilla antes de salir despendolado cuando Maylander abandonaba el asfalto... Eso no interesa.

Interesa que Silvertone parezca Monza. Interesa sobreimprimir la victoria de un británico en una prueba como si hubiese ganado el título en Inglaterra. Interesa borrar sus errores en Bakú y su traición en Spielberg. Interesa que olvidemos que los medios le hayan tratado en la rueda de prensa como si fuesen las soldados del ejército norcoreano ante la visita de Kim Jong-Un. 

Interesa repetir hasta la saciedad los nombres de Jim Clark y Alain Prost, que pensemos que Ferrari no puede y yerra, y es incapaz de sobreponerse a un sindiós de normativa que no prevé competencia para la de Brackley; y que unas chicas ligeras de ropa, picaronas ellas, sigan persiguiendo a un Benny Hill que nos recuerda a los españoles, mirando a cámara, obviamente, que somos un pueblo acomplejado, profundamente acomplejado. Que perdimos esta guerra mediática desde que interiorizamos que menospreciar al rival suponía menospreciarnos a nosotros mismos, porque para abuchear al piloto que lidera el Mundial ya están ellos, los mismos que nos dirán mañana de qué color pinta el horizonte y el océano, y donde nació todo esto, para que sea sumisamente recogido en sus artículos y crónicas por nuestros juntaletras patrios.

Lo chistoso del asunto es que a Hamilton no le hacen falta estas idioteces. Ninguna. Es un talento natural al que le sobrarían las guerras psicológicas y los apoyos mediáticos, salvo, claro está, que tema al hijo de Keke. Entonces sí, entonces hace falta que alguien nos recuerde que «el mierda», además de rápido es inteligente, no vaya a ser que se nos haya pasado por alto el matiz.

Carrera cómoda la de hoy para el de Tewin. Pole y salida detrás de un Safety Car que viciaba lo conseguido ayer en calificación. Tira para adelante y llega primero sin riesgos. Orgasmo para los afines al método Vettel, mosqueo para los que leímos las cosas que hacían Lauda, Piquet, Mansell, Bellof, Prost o Senna bajo la lluvia, los que asistimos a ver cómo un tipo nacido en nuestra tierra emulaba al paulista en una Hungría pasada por agua...

Joserra descansa al lado de su abuelo. Los dos sentados en un sofá, y la vida —siempre es gallega en mis cuentos y narraciones—, o lo que queda de ella para uno de sus protagonistas, los mira a ambos con una sonrisa en su rostro. Y Alfred Hawthorn Hill sin complejos, haciendo muecas, llama imbéciles del culo en la misma escena, a los que piensan que sin haber llegado a mitad de temporada es tiempo y hora para elevar a Hamilton a los altares en Silverstone porque a los british se les haya puesto en la punta del pincel.

Llamadme lo que os dé la puñetera gana, hoy tengo cuerpo para todo, pero no me digáis jamás que si Checo y Kimi no os gustan, el que tiene que dejar de ver Fórmula 1 por un tiempecito soy yo.

Os leo.