Antes de que a los conductores se les consintiera elegir dorsal a la vez que se les obligaba a renunciar a llevar la decoración en el casco que les saliera de la punta del pincel, Mónaco era sinónimo de orgía creativa.
El casco, ese reducto de personalidad que le queda al piloto de Fórmula 1, o le quedaba, más bien...
Cambiamos conforme pasa cada segundo de nuestras vidas. Vettel era el que más se transformaba o hacía que se transformaba. Todavía es un chaval y como tal, buscaba su anclaje con el mundo probando y porbando, hasta que vino Bernie y jodió la marrana y de rondón a Spark y Minichamps, y Solido y Brumm, y Hot Wheels e IXO, y tantas otras empresas de miniaturas que depositan su futuro económico en ese afán que tiene todo aficionado por apresar el pasado en una vitrina, para que no se escape.
Enterrado Mónaco, a uno —a mí—, le queda un agujerito en el alma.
Ya sé que es una tontería como un piano de grande lo que os estoy contando, pero coño, yo también tengo derecho a sentirme dolido por auténticas bobadas sin que tenga que soportar que un tipo bajito y canoso me diga lo que tengo (o no) que hacer.
Os confieso que no soy muy delicatessen con esto de mis colecciones a escala, pero si puedo elegir, me quedo de calle con el RB10 que condujo Sebastian en Montecarlo 2014. Y por el casco que reproducía la textura del carbonite en que fue congelado Han Solo, porque por la prueba o la temporada que se cascó el alemán, como que no.
Pero Bernie se mete en los sueños de los que conducen los nuestros cada domingo de carreras. Es a lo que vamos. Se mete en nuestra cabeza y en la de la madre que nos parió a todos, en nuestras aficiones y en nuestros desvelos. La bruja de Blancanieves es omnipresente. Lo sabíamos, estábamos avisados, pero jode.
Aunque este año hemos tenido suerte. La norma que establece un único diseño de personalidad para toda la temporada, ha decretado tregua unilateral precisamente a partir de Mónaco y mi Felipe no ha tenido mejor ocurrencia que irse de baretas... Feo es poco. El casco de Massa en El Principado es de esos que no se olvidan porque siempre vuelven en Navidad para producirte pesadillas.
En fin. Esta mañana en Twitter, he leído a alguien decir que de todo 1984 sólo recordaba a Ayrton en Mónaco...
Mónaco, ese congelador de estampas que valen por temporadas enteras. Ecos de un pasado imperfecto que a pesar de los pesares, siempre queda grabado en nuestras retinas. Normal que me haya quedado a mí un agujerito...
Os leo.
Cambiamos conforme pasa cada segundo de nuestras vidas. Vettel era el que más se transformaba o hacía que se transformaba. Todavía es un chaval y como tal, buscaba su anclaje con el mundo probando y porbando, hasta que vino Bernie y jodió la marrana y de rondón a Spark y Minichamps, y Solido y Brumm, y Hot Wheels e IXO, y tantas otras empresas de miniaturas que depositan su futuro económico en ese afán que tiene todo aficionado por apresar el pasado en una vitrina, para que no se escape.
Enterrado Mónaco, a uno —a mí—, le queda un agujerito en el alma.
Ya sé que es una tontería como un piano de grande lo que os estoy contando, pero coño, yo también tengo derecho a sentirme dolido por auténticas bobadas sin que tenga que soportar que un tipo bajito y canoso me diga lo que tengo (o no) que hacer.
Os confieso que no soy muy delicatessen con esto de mis colecciones a escala, pero si puedo elegir, me quedo de calle con el RB10 que condujo Sebastian en Montecarlo 2014. Y por el casco que reproducía la textura del carbonite en que fue congelado Han Solo, porque por la prueba o la temporada que se cascó el alemán, como que no.
Pero Bernie se mete en los sueños de los que conducen los nuestros cada domingo de carreras. Es a lo que vamos. Se mete en nuestra cabeza y en la de la madre que nos parió a todos, en nuestras aficiones y en nuestros desvelos. La bruja de Blancanieves es omnipresente. Lo sabíamos, estábamos avisados, pero jode.
Aunque este año hemos tenido suerte. La norma que establece un único diseño de personalidad para toda la temporada, ha decretado tregua unilateral precisamente a partir de Mónaco y mi Felipe no ha tenido mejor ocurrencia que irse de baretas... Feo es poco. El casco de Massa en El Principado es de esos que no se olvidan porque siempre vuelven en Navidad para producirte pesadillas.
En fin. Esta mañana en Twitter, he leído a alguien decir que de todo 1984 sólo recordaba a Ayrton en Mónaco...
Mónaco, ese congelador de estampas que valen por temporadas enteras. Ecos de un pasado imperfecto que a pesar de los pesares, siempre queda grabado en nuestras retinas. Normal que me haya quedado a mí un agujerito...
Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario