Gustavo es de Ferrari

La rana Gustavo está tan obviamente confeccionada con Google translator, que la pobrecita empieza a preguntarse si de verdad es un batracio de trapo. Y a dudarlo mucho, sesudamente, adoptando postura de meditación profunda, pues la duda es sinónimo de inteligencia aunque no sirva para buscar la verdad, ni siquiera por decir luego que se hizo el esfuerzo de encontrarla.

Y entre tontería y tontería, los amigos de la rana, los que piden respeto para Vettel en cada renglón que escriben y se dicen tifosi cuando hace nada eran de la austriaca que meaba y escupía a Ferrari sobre los circuitos, han comenzado a cazar a los seguidores de ese reflejo ante el que se compara inevitablemente a Sebastian día sí y día también.

Desgraciadamente, para toda esta tropa de huelebraguetas de nuevo cuño, la afición española que sigue al asturiano no tiene responsabilidad alguna en que las audiencias se desplomen en medio mundo y en el otro medio estén al caer.

Ni de que este año no se haya celebrado el Gran Premio de Alemania y el de Italia, pues eso: siga estando en el alero. Ni de que exista alonsismo más allá de nuestras fronteras sin que Antonio Lobato haya tenido nada que ver en ello. Ni mucho menos, de que Pirelli haya tenido que suplicarle a Bernie que los pilotos y escuderías no mancillen su nombre diciendo lo que realmente piensan de sus productos, o de que las cosas de la FIA sigan dando para dos o tres novelas negras a poco que un periodista se tome en serio su trabajo.

La vida es así de perra. Cuatro imbéciles piensan que su ombligo alberga el universo, y en el instante en que Gustavo dice que se coge los pechos haciendo de doncella prepúber en las redes sociales cuando podría ser un camionero cincuentón que se rascas los aquellos jugando a poner húmedo al personal, la vettelada más rancia se hace fuerte en eso de ser de Maranello ahora. Porque qué guapo es Sebastian, cómo quiere el tudesco a su compañero, cómo le quiere a él Maurizio, cómo canta y hace pareados con la palabra ragazzi o cómo nos queremos todos mientras el batracio con síndrome bipolar, asegura que es ruso porque estudia el idioma de Ajmátova y es alemán porque para hacer gracias, se siente único sin haber descubierto todavía si está hecho de algodón o de lana.

Aunque no estaban ni se les esperaba cuando venían mal dadas y el de Heppenheim, con la aquiescencia de la bruja de Blancanieves y la FIA, no hacía otra cosa que reírse de la rossa en cada prueba, la riada acuñada hace nada, quiere apropiarse de la bandera de Il Cavallino como si Fernando jamás hubiese existido. Y ahí que no, un poquito de por favor...

Ferrari siempre ha estado por encima de sus hombres, o eso se decía, incluso cuando carecía de dinero para invertir en el túnel de viento (Aldo Costa dixit), o cuando perdió el tren de actualizar el simulador (Pedro se puso a ello en 2013), o cuando a mi Felipe se le permitía correr para sí mismo (Domenicali dixit) o los coches salían inferiores a su piloto (Tombazis dixit), o cuando don Luca di Montezemolo admitía sin rubor que a diferencia de 2014 y años anteriores, en 2015: «Ferrari sale en cada carrera con el podio en el bolsillo...»

Pues bien, en la etapa negra estuvo Fernando Alonso sacando las castañas del fuego a la cosa común y estuvimos nosotros, empujando con él.

El mundo de los ositos tiene un lado turbio que cojea como el diablo del cuento, y hoy es el día en que me apetecía poner algunos puntos sobre sus respectivas íes. Está bien eso de hacer ver que se es chavala cuando uno es huevón que enseña cartón o peina canas. Internet da para eso y para mucho más, pero andar rescatando tuits del año pasado queda bastante fachilla y cogido por los pelos.  

«Si Vettel llega a Ferrari podremos comprobar cómo es de bueno a los mandos de un coche normal (generoso)... ya lo dijo Fernando». Bien, Sebastian demostró en 2014 sin necesidad de cambiar de equipo, lo que es capaz de hacer con un coche del montón: quejarse de que no se adapta a él, llamarlo Fiat Panda y morder el polvo frente a un recién llegado como Daniel Ricciardo. Y Alonso, en Maranello, demostraba una vez más lo que significa luchar por un equipo que visto lo visto, no le merecía.

Aunque el asunto no tenga más recorrido, en el fondo, delata que la rana Gustavo y los suyos entienden lo justito de Fórmula 1. Lo que les da el FOM en forma de papilla para que no se indigesten y puedan echar eructos y pedetes hasta quedar tranquilos y dormirse, y para poco más, por aquello de que nos entendamos.

Os leo.