El dominio no es atractivo

La palabra más socorrida en los ambientes formuleros durante esta mañana de lunes es «película». El Gran Premio de Australia supo a película, a buena o mala película, en todo caso, a película con final cantado, como Titanic.

Brackley no está por la labor de ceder la ventaja obtenida el año pasado y era razonable pensar antes de la prueba, que o bien Lewis o bien Nico, se la iban a calzar de cabo a rabo. Al final serían los dos, con el primero saludando desde lo más alto del podio, pero tanto da que se hubieran intercambiado los puestos ya que verlos ahí arriba, supuso un espantoso spolier de lo que nos espera para el resto de la temporada.

Y es que a la gente no le gusta lo previsible y menos después de haberlo tenido que soportar durante un lustro completo, que se dice pronto. Y se recurre a justificar el asunto hablando de ciclos —yo mismo creo que he pecado usando el término—, pero lo cierto es que de ciclos, nada de nada, al menos como se entendían antes y como los entiende la mayoría ahora.

Un ciclo de esos que estoy mencionando, suponía a la postre una etapa gobernada por un determinado tipo de mecánica o de diseño, o por un piloto, o por las tres circunstancias a la vez, pero al deporte lo sobrevolaba la sensación de que la inercia se podía romper en cualquier momento, con la irrupción de un nuevo planteamiento, un nuevo motor, un nuevo modelo y por supuesto, de un desconocido as del volante.

Hoy no es así. La normativa actual es tan restrictiva que ante un dominio como el que está haciendo patente Mercedes AMG, solo cabe sentarse a esperar a que la cambien porque apenas existe posibilidad de que nadie rompa la baraja.

Sin duda no es el mejor escenario de todos y honestamente pienso, como he dejado escrito innumerables veces, que todo este cortoplacismo que se nos vende como necesario para asegurar el espectáculo desde la FIA el FOM y los equipos, no hace otra que dinamitar sus bases. La gente se pira de las gradas desde hace años y tenía que tocarle también a Antena 3...

No veo razonable que se le eche la culpa de la caída de audiencias a la ausencia de Fernando en Melbourne, aunque entiendo la postura de quien lo hace. Siempre resulta más sencillo buscar una salida que lo explique todo que hacer un mínimo ejercicio de autocrítica. Donde estén la nostalgias, las lealtades y el andar diciendo que lo negro es blanco, que se quite explicar que sufrimos de un cáncer que nos está devorando por dentro.

Por suerte —algo de bueno tenía que tener todo esto—, acumulo algunos años apuntando a que llevábamos mala derrota, pero Bernie siempre sabe lo que se hace y cuando él desaparezca todo se vendrá abajo y tal.

El dominio no es atractivo, y sin atractivo no hay espectáculo, ni en las gradas de Hockenheim ni ante los televisores de Gorliz.

Os leo.