Los sábados temprano tienen un sabor especial. El tiempo parece retraerse sobre sí mismo para coger volumen y atacar la mañana como si fuese el mar cuando tsunami, besa la costa con la urgencia de un soldado...
Reflexionaba hace un par de días o tres al respecto de que la visión de la Fórmula 1 no puede ser tan vasta como se pretende desde algunos ámbitos, y a estas horas en que los gatos han dejado de ser pardos bajo las nubes que ocultan Gorliz, no quiero desaprovechar la ocasión para escribir sobre eso que señala a quien escribe u opina sobre nuestro bendito deporte en internet, poco menos que como alguien que tiene obligación de informar.
Reflexionaba hace un par de días o tres al respecto de que la visión de la Fórmula 1 no puede ser tan vasta como se pretende desde algunos ámbitos, y a estas horas en que los gatos han dejado de ser pardos bajo las nubes que ocultan Gorliz, no quiero desaprovechar la ocasión para escribir sobre eso que señala a quien escribe u opina sobre nuestro bendito deporte en internet, poco menos que como alguien que tiene obligación de informar.
Como en el viejo Oeste, cualquier advenedizo puede retar a duelo a muerte de posturas o de pareceres, aunque ahora salga totalmente gratis lo que en aquel entonces, podía suponerte dormir el sueño de los justos con dos onzas de plomo en el cuerpo.
Tengo malas pulgas y un basta, lo reconozco, pero a cambio hago gala de una contrastada paciencia y de un infinito sentido del humor, de manera que puedo permitirme lujos como el de hoy: avisar a los amigos del corta y pega o del reduccionismo, de la cagadita por la cagadita, de las insinuaciones o el vulgar acoso o del me paso por aquí para hacer bolos, que vengáis como mínimo leídos, coño; o en su caso, que os toméis la molestia de leer lo que expongo con la misma presunción de inocencia (¡bendita inocencia!) que solicitáis para vuestros balbuceos.
Antes bien, visto el percal de alguna de las últimas contribuciones a este blog, tal vez habría que explicar la diferencia que existe entre el derecho a ser informado y la obligación de informar, y cómo la primera afecta solo a quien quiere estar informado y la segunda a los profesionales del ramo que malviven o viven de soltar alpiste cobrando un pecunio por ello. Pero como no llevo el nassío pa'informar dibujado en el casco y el asunto este daría para varios tomos, me voy a quedar en que el derecho de los cogieron consiste en que uno se busca los manantiales de información que más le satisfacen porque los hay en abundancia y de todos los colores.
Es sencillo aunque comprendo que se haga difícil asimilar que se puede decir algo superando los 140 caracteres de un tuit o que más allá de una lectura en diagonal, puede existir un universo de letras que dan lugar a un contenido, pero por fortuna fui entrenado por el sargento Highway y me curtí en un auténtico infierno, no como este, de forma que puedo afirmar que sé bien de qué demonios va todo esto de andar pretendiendo medir la anécdota viril en casa ajena por ver quién la tiene más larga aunque al retado, mi caso, no le dé la real gana desabrocharse los botones del pantalón porque hace frío.
Tened buen día. Os leo.
Tengo malas pulgas y un basta, lo reconozco, pero a cambio hago gala de una contrastada paciencia y de un infinito sentido del humor, de manera que puedo permitirme lujos como el de hoy: avisar a los amigos del corta y pega o del reduccionismo, de la cagadita por la cagadita, de las insinuaciones o el vulgar acoso o del me paso por aquí para hacer bolos, que vengáis como mínimo leídos, coño; o en su caso, que os toméis la molestia de leer lo que expongo con la misma presunción de inocencia (¡bendita inocencia!) que solicitáis para vuestros balbuceos.
Antes bien, visto el percal de alguna de las últimas contribuciones a este blog, tal vez habría que explicar la diferencia que existe entre el derecho a ser informado y la obligación de informar, y cómo la primera afecta solo a quien quiere estar informado y la segunda a los profesionales del ramo que malviven o viven de soltar alpiste cobrando un pecunio por ello. Pero como no llevo el nassío pa'informar dibujado en el casco y el asunto este daría para varios tomos, me voy a quedar en que el derecho de los cogieron consiste en que uno se busca los manantiales de información que más le satisfacen porque los hay en abundancia y de todos los colores.
Es sencillo aunque comprendo que se haga difícil asimilar que se puede decir algo superando los 140 caracteres de un tuit o que más allá de una lectura en diagonal, puede existir un universo de letras que dan lugar a un contenido, pero por fortuna fui entrenado por el sargento Highway y me curtí en un auténtico infierno, no como este, de forma que puedo afirmar que sé bien de qué demonios va todo esto de andar pretendiendo medir la anécdota viril en casa ajena por ver quién la tiene más larga aunque al retado, mi caso, no le dé la real gana desabrocharse los botones del pantalón porque hace frío.
Tened buen día. Os leo.
A tu ritmo Orroe.
ResponderEliminarPara gustos colores y algunos llevamos siete años aquí metidos. Por algo será...
Eso sí, siempre y cuando no entres a formar parte de AEDE...; P
Tu blog es el unico que leo ya de la patria chica y tampoco lo hago muy a menudo. La F1 me tira menos.
ResponderEliminarDicho lo cual, te veo sumamente cabreado por cuatro monos (o tres, o dos, no se) y por razones que realmente no son del todo claras.
Quizas me equivoque, pero creo tienes mas amigos que enemigos. Muchos, muchos, muchos mas.
Opino, sin saber, que les den por saco a estos cretinos y recomiendo, de nuevo sin saber, que no les dediques ni una sola linea de aqui en adelante.
La estrategia que sugiero no tiene mas fundamento que la simple pero curiosamente escurridiza observacion de que la vida son dos dias y punto, literalmente, final.
Un saludo cordial, buena gente.