jueves, 25 de diciembre de 2014

6 o 7 cuentos de Navidad #02


En las edades de este blog, hubo un tiempo muy lejano en que escribía en modo delay. En épocas de desgana escritora, consciente de que tarde o temprano podría compartirlas, apuntaba todo aquello que me interesaba en servilletas —normalmente de la cafetería Florida de Rekalde, lugar donde habitualmente se desarrollaban las reuniones operativas de mi pequeña editorial a la hora del café, o bien en el obligado trayecto entre mi domicilio en Las Arenas y el estudio en Bilbao—.

La fecha y la hora de edición me importaban en principio un completo carajo, aunque en uno de esos gestos inconscientes que delatan que uno pretende ser serio incluso en sus mentirijillas, en cada papel anotaba el cómo y el dónde había surgido y por supuesto, su origen.

El papel, las revistas de papel, sobre todo las Grand Prix Internacional y luego Actual, Sport Auto y alguna otra, suponían el grueso de mis fuentes de información. Por la razón que sea, tras años de consumir material anglosajón también impreso, había generado un profundo rechazo al periodismo de las islas que se había acrecentado durante el amargo 2007 en McLaren, para qué vamos a negarlo.

Sea como fuere, el otoño de 2009 fue especialmente rico en esta actitud de rellenar huecos a toro pasado. Aquel año me fue bastante convulso en lo personal pero yo seguía apuntando los gérmenes de mis entradas, de forma que no recuerdo muy bien ahora en qué momento, decidí apostar varios días que se convertirían en más de una semana o dos, o incluso tres, en reparar el tejido de la bitácora a golpe de pensamientos antiguos.

El ejercicio en sí mismo, me vino de perlas para potenciar una faceta de mi escritura que si bien ya había utilizado en mis libros, no había experimentado en toda su intensidad.

En el fondo, no era muy diferente a lo que me sucedía cada día, cuando por la mañana, en el tren, de camino a Bilbao, atrapaba una idea que no podría plasmar hasta bien entrada la noche, pero también tenía mucho que ver con hacer un diario para el que no había tenido el lápiz o el bolígrafo en el momento adecuado. Coger un día cualquiera y relatar en presente lo que había sucedido anteriormente. Viajar al pasado aunque fuese solo unos pasos. Ser fiel a lo que había pensado o sentido, para recrearlo como si lo estuviese pensando o sintiendo en el preciso instante en que daba a la tecla de publicar. Cuestión de distancias. En este caso, de reducirlas sin que se notara.

Concluido el experimento de marras decidí no volver a hacerlo...

Hablamos habitualmente de épocas añejas de este nuestro bendito deporte, pero muy pocos se animan a visitarlas con los ojos abiertos de un niño, recreando el contexto, intentando atender a todas y cada una de las circunstancias que rodeaban las carreras, desechando por un momento que la actual Fórmula 1 tenga todas las respuestas y escribiendo la historia como hacen los actores cuando se meten en su papel: desde dentro.

Os leo.

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