Hemos hablado muchas veces de aquella faena tontorrona que lió BMW alrededor de la figura del piloto Robert Kubica en 2008, por la cual, el de Cracovia, pudiendo haber ganado el título mundial de aquel año, tuvo que conformarse con ver los toros desde la barrera porque su escudería, decidió estúpidamente quitarle capote y estoque...
La rendición, la equivocada medición de las fuerzas propias o rivales, forman parte también de este monumental negocio que llamamos Fórmula 1, que mal que nos pese, a veces se entiende mejor como una lucha de lobbys en la City londinense que como un deporte entre equipos, y tenía todo esto en la cabeza cuando hace relativamente poco escribía Run boy run.
Decía en aquel momento que «De vez en cuando reciclo mis creencias, no sea que sin darme cuenta
caiga el muro de Berlín y el asunto me pille con los mismos pelos que
adornaban mi cabeza en noviembre de 1989», pero está visto que hay cosas que no van a cambiar jamás, como por ejemplo, esta actitud que vengo retratando, que define que el éxito o fracaso de un piloto se dibuje tal vez demasiado lejos de sus evoluciones en pista.
No sé qué será de Daniel Ricciardo a partir de 2015, lo que sí sé es que con los 18 puntos perdidos en el Gran Premio de Australia por error de su equipo; los 3 regalados a Sebastian en el Gran Premio de Singapur por evitar que Alonso diera caza al alemán; y los otros 3 sacrificados en el Gran Premio de Japón porque la norma que regula la terminación de una prueba bajo situación de bandera roja, establece que las posiciones finales deben corresponderse con las logradas dos vueltas antes, al paso por línea de meta; el australiano se ha dejado en el camino practicamente lo que vale una victoria, concretamente 24 puntos.
Si desconstamos este saldo irrecuperable de la desventaja que mantiene en la actualidad el sustituto de Mark Webber en Red Bull con respecto a Lewis Hamilton, Daniel estaría a 49 puntos del británico, sin ella, a 73, lo que hace cada vez más imposible pensar en que aussie junior llegue con opciones a esa orgía de puntos que supone correr en Yas Marina.
Podría ser, evidentemente no voy a negar tal posibilidad a falta de cuatro carreras, que Ricciardo lograra mantenerse con vida hasta el Gran Premio de Abu Dhabi, entrando así en las quinielas que supondrán el máximo aliciente de la prueba del emirato, pero sinceramente no lo veo desde la perspectiva de que Milton Keynes sigue diciendo que persevera en esa estúpida decisión de no aplicar órdenes de equipo, cuando están totalmente permitidas.
Y digo estúpida porque por muchas vueltas que le doy al asunto, no veo cómo cogerlo.
Primero de todo está el bajo rendimiento de Sebastian comparado con Daniel, que a día de hoy se cuantifica en 54 puntos de distancia a favor del australiano; segundo, que Vettel ya no opta a disputar nada a Rosberg o a Hamilton; tercero, que técnicamente, el tetracampeón del mundo es ya hombre de otra casa rival (Ferrari); y cuarto y último, que Red Bull tiene asegurada la segunda plaza del Mundial de Marcas y en Sochi, Mercedes AMG se alzará casi con total seguridad con el título de campeona del mundo.
Seguramente Daniel, que es joven, gozará de alguna otra oportunidad quizás tan bonita como esta en su carrera profesional, pero desde mi humilde opinión, la de este año no la ha perdido él, sino que ha sido sacrificada por su equipo al atender a cosas diferentes a las que sucedían en pista. De nuevo Robert.
Os leo.
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