La primera entrada que escribí sobre este grandísimo ingeniero se denominaba precisamente así: ¡Jodido Adrian!, y esta noche que planea sobre Gorliz trayendo hasta mi estudio el rumor centenario de las encinas de Basotxu, quiero repetir título porque incluso en las horas más bajas, un hombre jamás pierde su estatura.
Y es que me duele la salida en falso que se está dando al paso a la reserva de un tipo que ha marcado una época pero no ha sabido sortear las voraces escolleras de un cambio de reglamento que le tenía como evidente objetivo.
Entre indolentes silencios y sangrantes miradas para otro lado, el ambiente mediático nos precipita a que olvidemos que Newey se volvió innecesaria y sumamente quejica a finales del año pasado. Necesitaba peso para equilibrar su sueño y más tiempo, se mostró especialmente áspero con los morros bajos a los que obligaba la normativa recién estrenada... Y llegó Jerez y un estúpido incidente impidió que el RB10 rodara el día de apertura de entrenamientos, y luego fue Renault y más tarde el retorno a la base de operaciones para tratar de enmendar lo realizado.
He hablado tantas veces de él y de sus cacharros en este blog, mencionando embudos, aviones, ekranoplanos y yates para la regata más fabulosa del mundo, que me apetecía dedicarle la imagen de arriba, el momento en que un barco de la America's Cup despega envuelto en espuma para volverse péndulo de zahorí cernido por los delicados dedos del viento, un instante lleno de magia en el que la nave se vuelve infinita fragilidad ante los imprevistos hasta que se plasma en soberbia potencia con el único propósito de aplastar a sus rivales.
Adrian no busca nuevos horizontes ni mejores retos, no nos engañemos ni dejemos que lo hagan. Ha caído aplastado por el que tenía entre manos y sus amigos lo han rescatado cuando aún estaba a tiempo, cosa que en lo personal agradezco infinitamente, y me baso para afirmarlo en que Sebastian jamás habría llamado despectivamente gurke (pepino) al RB10 de Canadá si realmente fuese hijo legítimo del Merlín de Milton Keynes.
Y entendedme, por favor, no pretendo con estas líneas desmerecerlo ni tanto así, sino reclamar para él el derecho que tienen todos los genios a ser contemplados en toda su inmensidad gracias a que sus evidentes sombras, matizan y resaltan lo inigualable de sus indiscutibles luces.
So long, Adrian!
Quizás en el lejano pasado haya habido ingenieros tan desequilibrantes como nuestro amigo pero hay que reconocer, por supuesto con sus luces y sombras, que este hombre es un genio. ¿Quién apostaba un duro por RedBull esta temporada? Pues aún así ese "pepino" acaba de ganar, con un poco de suerte eso sí, su enésimo GP. Me descubro ante el jodido Adrian....
ResponderEliminarUn saludo.
Álvaro.