Si hace unas horas mencionaba aquí mismo el carácter de desafío muscular que supuso Le Mans para la industria americana en la época dorada de la prueba francesa, y cómo sigue ejerciendo de tal en la actualidad aunque prácticamente en exclusiva en la modalidad GT, en lo tocante al otro gran invasor, Japón, hay que mencionar inevitablemente el factor económico.
Japón tiene querencia por las competiciones de Resistencia occidentales porque son un fabulosa plataforma de exportación tanto de tecnología como de vehículos, y en especial por las 24 Horas de Le Mans porque como activo no tiene igual ya que solo en la Sarthe es posible enfrentarse a auténticos dinosaurios para demostrar ante todo el mundo que eres más grande y potente que ellos.
El magnetismo de la carrera gala sobre la mentalidad japonesa es tal que las fábricas niponas no reparan en gastos en cada una de sus intentonas. Yendo a por todas bien por separado o bien juntas aunque no revueltas, las grandes marcas del país oriental han hecho acto de presencia en la prueba más dura del mundo por su incuestionable visibilidad pero siempre bajo la vitola del desafío tecnológico, el único que les resulta realmente rentable.
Así las cosas, Mazda, Nissan, Toyota y Honda han salpimentado con sus respectivas imágenes distintivas el variopinto e incomparable escenario que propone Le Mans desde que comenzaran su tímido desembarco a finales de los setenta del siglo pasado, pero no para vencer, que también, sino para convencer a quien quiera escucharlo de que sus propuestas son notablemente mejores y más eficientes que las de sus rivales.
Esta peculiaridad hace que la entente japonesa pueda parecer demasiado lenta en preparar sus respectivos desafíos y que depende demasiado de una meticulosa elaboración que puede llevar años en ser preparada, pero lo cierto es que con ese ritmo y ese nivel de anticipación, una vez se pone en marcha resulta difícil pararla porque para sus fines, incluso la derrota resulta asumible ya que el esfuerzo invertido en el desarrollo de cada proyecto, incluso en los fracasados, acabará sirviendo de nutriente para los departamentos de ventas.
Son así y hay que entenderlos, que diría aquél. Venden confianza, inteligencia, innovación, tesón, trabajo y meticulosidad, también prestaciones y a poder ser a un precio razonablemente asequible y con un consumo bajo, y lo mejor de todo es que sus logros pasan inmediatamente a sus vehículos de alta gama pero con toda probabilidad, también acabarán pronto en los modestos utilitarios.
En este sentido la participación de Japón en las 24 Horas de Le Mans podría llevarnos a pensar errando el tiro, que debido a las pocas victorias conseguidas el resultado resulta globalmente bastante pobre para una potencia automovilística de sus dimensiones, pero en modo alguno es así. El imperio del sol naciente siempre gana en Le Mans, incluso cuando parece que muerde el polvo.
Os leo.
En este sentido la participación de Japón en las 24 Horas de Le Mans podría llevarnos a pensar errando el tiro, que debido a las pocas victorias conseguidas el resultado resulta globalmente bastante pobre para una potencia automovilística de sus dimensiones, pero en modo alguno es así. El imperio del sol naciente siempre gana en Le Mans, incluso cuando parece que muerde el polvo.
Os leo.
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