sábado, 3 de mayo de 2014

Gorliz, puntos supensivos


Existen algunas buenas razones para que ande escribiendo a estas horas sobre Ferrari y Fernando. 

La primera de ellas es que hace tiempo que los ñúes han dejado de dar la vara y considero que aunque sea sábado de puente, hay que alimentarlos con algo de alegría desde las sombras para que vuelvan a trotar sobre el Serengeti, como hacían antaño. La segunda, que estoy escuchando San Jacinto de Peter Gabriel y siempre que lo hago, no tan a menudo como quisiera, mi alma se eleva sobre el suelo y cabalga nubes persiguiendo el quise ser y el seremos. La tercera...

Podría seguir toda la noche así que mejor lo dejamos en que es tarde, me siento bien y por la ventana abierta de mi estudio entra un aire fresco y gorlitzotarra que me recuerda que el mar anda cerca, rompiendo espumas sobre la arena mientras la luna se renueva una vez más...

Jodidos puntos supensivos... Siempre que los veo después de haberlos escrito pienso en lo útiles que serían si pudiésemos utilizarlos en nuestro día a día. El jefe se pone bobo: puntos suspensivos. La caravana te atrapa cuando vas o vuelves del trabajo o de traer o llevar a los críos: puntos supensivos. Algo se tuerce sobre los planes previstos: puntos supensivos, por supuesto, siempre puntos supensivos...

Pero mencionaba antes que los ñúes andan cabizbajos y mejor les atiendo porque su problema es que este año ni Ferrari ni Fernando parecen el problema. La primera porque como viene siendo costumbre desde hace tiempo, no cuenta salvo para acusarla de tramposa y de cobrar más que nadie y de portarse antideportivamente en cuanto tiene oportunidad; y el segundo porque ya tiene un pie en McLaren y sufrirá lo que no está escrito en cuanto Kimi se recupere, y porque va por la vida errabundo, sin norte, poniendo de nuevo malas caras y eso...

Y es que el problema que sí es el problema para los ñúes se llama Lewis y se apellida Hamilton, y para colmo milita en una escudería, Mercedes, a la que Red Bull jamás podrá recriminar nada porque en el fondo supone una alumna aventajada de Milton Keynes, hasta el punto de que se ha tirado sus tres años largos haciendo el indio para con una trampilla de nada resucitar de sus cenizas y convertirse en firme candidata al título o a los títulos, total, por haber sabido agarrar mejor que la austriaca los pelendengues de la FIA.

El 8 de noviembre del año pasado escribía «El bicampeón» y hoy es el día en que no cambiaría ni una coma. Como en las buenas novelas donde la trama resulta profundamente creíble, los héroes o las heroínas surgen de entre los párrafos y las páginas con paso incierto, titubean, fracasan y solo posteriormente alcanzan a tocar el sacrosanto lugar para el que fueron creados... Les pasó a Jean Valjean, Edmond Dantés, Alonso Quijano o Trancos, o a Jane Eyre, Ana Karenina y Emma Bovary... Los elegidos deben sufrir para alcanzar el Olimpo de la gloria o la muerte. Es ley de vida literaria.

Pero la esperanza es incertidumbre y aquí entra Fernando, un héroe que merece culminar el libro en primer plano porque ha servido de telón de fondo a demasiadas hazañas, y también Ferrari, la escudería del Nano, porque incluso la madrastra de los cuentos merece un capítulo...

Decía más arriba que los ñúes no corren por el Serengeti como antaño porque no distinguen ahora al león del leopardo, ni saben cuál de ellos acabará derribándolos o tal vez no les importe...

Noche. Espuma sobre la arena. Gorliz, puntos supensivos...

2 comentarios:

  1. pero que jod... eres. Mira que mentarnos Gorliz y el aire del mar... creo que ya lo estoy oliendo!!!

    Un abrazo!

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  2. San Jacinto, de Gabriel! Dios, qué canción. Qué disco!...

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