Seb no está pasando por muy buenos momentos que digamos, pero
intentar socavar aún más su complicada situación personal apuntando a su
niña (no digo paternidad porque suena demasiado cursi), me resulta en
extremo feo.
A ver, si lo de la historia esta de que un piloto decide ser padre y
empieza inmediatamente a perder décimas de segundo sobre la pista, fuera
tan cierta ahora como lo era hace décadas, cuando el responsable de la
nueva criatura se jugaba el pellejo y los huevos sobre el asfalto, pero
literalmente, no como en la actualidad, el comportamiento manta de mi
Felipe estos últimos años tendría su razón de ser, por ejemplo, no tanto
en el accidente que sufrió en Hungría sino en ese pequeñuelo que se
llama Felipinho y lleva su mismo apellido.
¿Alguien se ha acordado del crío de
Felipe estas últimas temporadas? Me temo que no, por lo que pediría algo
más de respeto a la figura de Sebastian y menos mencionar a su niña,
porque cuando Il Commendatore se llevaba las manos a la cabeza
porque sus pilotos decidían ser padres o siéndolo se lo ocultaban, eran
los tiempos en que Jackie Stewart se despedía de su familia cuando iba a
correr en un lugar difícil, extraño y abominable, que respondía al
nombre de Green Hell porque al escocés se le ocurrió precisamente bautizarlo así.
Eran tiempos complicados. Te montabas en el monoplaza y no podías
asegurar que salieras de él por tu propio pie, de manera que tener
familia, en algunos casos, obviamente no en todos, suponía que te lo
pensaras dos veces antes de apretar a fondo en una curva o superar a un
rival. Pero gracias a que la cosa ha cambiado lo suficiente en términos
de seguridad, a día de hoy se puede decir sin temor a errar que para un
conductor de elite, tener descendencia no supone otra cosa que aumentar
las posibiliades de que la realización de un Gran Premio tenga
oportunidad de salpimentar la retransmisión con algunas escenas en
cierto modo entrañables, por domésticas.
Soy consciente de que algún gilipuertas estará pensando al leer estas
líneas en que estoy siendo condescendiente con Seb porque está
mordiendo el polvo, no por otra cosa, pero nada más lejos de mi
intención, porque el de Heppenheim tiene actualmente problemas más
importantes que pensar en su pequeña.
El RB10 no es como sus coches anteriores. Ha salido malote y complicado de comprender, y entenderlo le está llevando lo suyo.
En este sentido, la comparación con Daniel no me parece pertinente.
El australiano está acostumbrado a sacar astillas de vehículos malotes
y complicados y por tanto, la nueva criatura de Newey le viene a
suponer como una continuación lógica de los trastos que conducía para
Toro Rosso. Pero Seb no tiene costumbre y aquí puede estar la razón de
sus quebraderos de cabeza y su cara sombría en Australia.
Red Bull en pretemporada, ha hecho pocos kilómetros, demasiado pocos,
y en el tanteo Ricciardo ha completado más que Vettel, de manera que el
alemán necesita más tiempo que su compañero para comenzar a hacer de
las suyas, que las hará.
No, la niña que han tenido Hanna y Seb no tiene nada que ver con esos unknown armies
que planean sobre el comienzo de temporada del vigente campeón del
mundo. Por supuesto, no supone un lastre ni lo supondrá para las enormes
virtudes como piloto que engalanan a su padre, porque la cosita forma parte de esa historia que llamamos modernidad, algo que de vivir Enzo Ferrari, a buen seguro entendería.
Seb ha sido padre con apenas 26 años, y qué, sigue siendo al tetracampeón del mundo, el hombre a batir.
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