Smaug saliendo del garaje, vosotros, yo, el teclado, la patalla que configuran mi pequeño territorio de caza y algo de música, un whisky y una pipa bien cargada con el indomable Capstain. Es sábado noche, Gorliz permanece en calma y recuerdo que entre los bloggers, como le gustaba decir a Martín, reza el despropósito que afirma que si sobrevives a tres pretemporadas te pasa como a los marinos que siguen con vida después de tres naufragios, que te vuelves inmortal por los siglos de los siglos y más allá.
Desgraciadamente no sé lo que me deparará el futuro pero soy conciente de que he vivido el presente para contarlo, al menos en lo que respecta a que lo estoy intentando como lo hicieron aquellos que yéndose al agua por el torpedo de un submarino o la ola de un temporal, agarrados a un trozo de tabla juraron que llegarían a tierra, que perseverarían en sus promesas o morirían en el intento.
Si difícilmente me entiendo yo, en justa correspondencia jamás he pedido que me comprenda nadie y ha sido hace poco, relativamente nada, cuando he calibrado que es mejor morir en plena expansión que como una enana blanca. Sea como fuere, Dietrich Mateschitz ha pronunciado la palabra magica: «Renault», señalando al foco de los problemas que sufre Red Bull, lo que me dice en mi corazoncito de viejo aficionado que ha vuelto a ocurrir, que he vuelto a dar en el clavo a pesar de mis 54 años y mis miles de líneas escritas aquí, junto a los que contra viento y marea me seguís leyendo noche tras noche, día tras día, golpe tras golpe, tropiezo o acierto tras otro.
Como siempe me ocurre cuando me pongo a escribir a estas horas, no sé a ciencia cierta qué demonios hago. Hoy, por ejemplo, he visto la imagen de arriba y me he puesto a soñar porque creo que el tipo que conduce a Smaug con el dorsal número 14 tiene posibilidades de coronarse por tercera vez como campeón del mundo esta temporada que estrenaremos en breve, algo que en el fondo sé que ni le hace falta a él ni me hace falta a mí para que ambos podamos contar a nuestros nietos que sobrevivimos al desierto juntos.
Entre 2007 y 2014 han transcurrido nada menos que siete años. Hemos pasado del MP4/22 al F14-T sorteando al R28, al ornitorrinco, al F10, al F150th Italia, al F2012 y al F138, ahí es nada. Una patada en los huevos, una celada y dos subcampeonatos como saldo. Siete naufragios en total de los que me queda un buen sabor de boca precisamente porque he podido narrarlos como hacen los corresponsales de guerra, bajo el fuego de las balas y el zumbar de la metralla.
Smaug me parece impresionante y aún más hoy que ha vuelto Ron a sus aposentos en Woking mandando a Martin al exilio. Llega el invierno y el muro permanece frío y atento. Me preguntan si este año hay probabilidades y pienso en que ahora es el momento de enarbolar las esperanzas, todas, porque el futuro no existe, se vive en tanto en cuanto apretamos el presente que se nos va de las manos, como les ocurre a los náufragos. ¡Forza, rossa, forza!
Un precioso canto a la esperanza y a la fe. No tengo más remedio que unirme a él, porque creo que nos merecemos, todos y todas las que llevamos aquí años esperando (y sufriendo), un año en el que veamos un tercer título.
ResponderEliminarY si no es así, pues espero disfrutar de cada carrera como todos los años, y seguir leyéndote, por supuesto.
A propósito de Bernardo el Iluminado... El problema que tiene ese gnomo avaricioso es que quiere que hasta los seguidores del badminton vean F1y vayan a los circuitos sin darse cuenta de que "esto son carreras". A los seguidores del badminton o de la natación sincronizada no les va a llevar a los circuitos por mucho que cambie el reglamento y ponga palos en los radios de las ruedas. Lo único que va a conseguir es echar a los aficionados de la F1. A los aficionados nos gusta el ruido, la potencia, la lucha, el vehículo llevado a sus límites.
ResponderEliminar¿Qué será lo siguiente? ¿Motores de tres cilindros? ¿La mierda esa que se ha montado Agag con coches a pilas?
Ya se cargaron el motociclismo con el control de tracción y las ayudas electrónicas y seguimos el mismo camino.