Hoy ha sido un día apacible y productivo aunque sumamente tranquilo
en el que he pensado, más que otras veces, en todo aquello que nos rodea
como mundillo y a lo que en el fondo estamos muy poquito
acostumbrados. Y es que han pasado tantos años en que las averías se
contaban con los dedos de la mano, que quien más y quien menos, pensaba
que los monoplazas eran poco menos que irrompibles.
Por fortuna, el nuevo reglamento y los primeros días de
entrenamientos en Jerez nos han despertado del letargo. Los vehículos
vuelven a quebrarse y las escuderías y los motoristas han roto la tregua
mantenida durante las últimas décadas, para retomar el sano ejercicio
de echarse las culpas cuando las cosas no salen como estaban planeadas, o
en su caso, taparse unos a otros las espaldas porque la imagen es lo
que cuenta.
Volvemos al territorio que no sale ni en
las películas ni en los documentales que versan sobre carreras añejas.
Retornamos al partir de la línea de salida, incluso desde la pole,
sin tener la certeza de que el coche no te va a dejar tirado y por
tanto, hay un 95% de posibilidades de llegar entero a la bandera a
cuadros. Hemos desandado sin darnos cuenta el camino de la perfección
labrado a golpe de reducción de las revoluciones, de aplicación de
mapas/motor enfocados a paliar todo tipo de contingencias, y nos
adentramos en el desconocido y sugerente mundo de la incertidumbre.
No quiero ni pensar en qué se estaría diciendo o escribiendo si lo
sucedido con Renault y la de las bebidas energéticas en tierras
andaluzas, tuviera a Ferrari como protagonista, pero por suerte
(disculpadme, se me ha escapado) le ha tocado a la austriaca. Total, que
antes de ponerme a escribir estas líneas lo único que he entresacado es
que Adrian ha vuelto a Milton Keynes para rediseñar algunas partes del
RB10 y que Renault no ha dicho nada al respecto de lo sucedido hoy en
Jerez, sin que haya trascendido, por ejemplo, que la gala tenga
calibrado el problema y su solución inmediata, y que a renglón seguido, el mago
británico haya decidido no perder más tiempo en Andalucía para tenerlo
todo listo antes de Bahrein, que podría ser, ya que fue la propia Red
Bull quien a finales del mes pasado apoyó la idea de Lotus de retrasar las primeras pruebas de pretemporada.
Sea como fuere, que es a lo que iba, estas cosas eran antes el pan
nuestro de cada día en la Fórmula 1. Si no fallaba un motor lo hacían
las pastillas de freno, o sus discos, o los muelles de los
amortiguadores, o todo junto. Los entrenamientos y las pruebas eran el
habitat natural de La bruja Avería, aquella que salía con
Alaska en la televisión de cuando éramos mozos, y los Grandes Premios
gozaban de un plus en cuanto a espectáculo, ya que nadie se libraba de
ser tocado por su malvada varita.
Hemos vuelto de puntillas a contemplar la fiabilidad como ingrediente
indispensable y qué queréis que os diga, bendigo la hora en que a la
FIA se le ocurrió someter a una vuelta de tuerca a todo esto, porque al
menos durante 2014 vamos a tener entretenimiento a raudales. Luego, a
partir de 2015, Dios dirá, que a lo peor volvemos por donde vinimos.
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