Con todo este asunto de las presentaciones de los vehículos para
2014, ha aflorado entre la afición el mismo debate que suele acompañar
todos los cambios normativos de un tiempo a esta parte, o cuando las
había, aquellas novedades técnicas que rompían ese consagrado pacto de la concordia
(con minúsculas) que hay establecido entre las escuderías y los
aficionados y por el cual, los experimentos deben hacerse
preferiblemente con gaseosa, no sea que nos asustemos.
Somos inmovilistas por naturaleza. Nos gusta lo pasado por costumbre y
porque de tanto sobarlo, lo hemos interiorizado como canon de
perfección.
Pero cambios como los de este año ha
habido siempre en la historia de nuestro deporte, salpicándola, desde
luego, lo que me lleva a pensar en el rechazo que pudo originarse en su
tiempo a la incorporación de aquellos nuevos conceptos que para nosotros
suponen el pan nuestro de cada día y que no nos los quiten, por Dios.
Motor trasero vs. motor en posición de toda la vida; ruedas más anchas
detrás que delante, o alas de diferentes tamaños y formas sobresaliendo
de unas formas limpias que estéticamente eran casi perfectas. Chimeneas
para la alimentación de aire de los propulsores; práctica ocultación de
los mismos por la carrocería; ampliación de los pontones para dar cobijo
al efecto suelo; aparición de terceros alerones casi en mitad del
vehículo, etcétera, etcétera, etcétera.
Al primer vehículo turbo de nuestra historia reciente lo apodaron «The Yellow Tea Pot»
y dijeron de él que era feo de cojones, pero su planteamiento terminó
triunfando y al cabo de unos años, a nadie le importaba que los
monoplazas fuesen tan voluminosos en su parte trasera. Hoy es el día en
que toscos aparatos como el Williams FW9, que a mi modo de ver tenía
aspecto de barcaza, dispone de miles de fans dispuestos a cobrar
venganza de quien le ponga peros… El último cambio que hemos sufrido,
por ejemplo, al de los escalones en los morros me refiero, confieso que
se me atragantó un poco, pero en dos temporadas ya me había inmunizado
como supongo que os ha pasado a muchos de vosotros, hasta el punto de
que tengo en un lugar especial de mi corazoncito de aficionado un par de
vehículos que me parecen extremadamente bellos, y de los que sin duda
me quedo con el E21 de Lotus.
El tiempo transcurre y lo único que permanece es la aerodinámica, que
diría aquél. Los coches que nos han sido presentados ni son bonitos ni
feos, nos resultan extraños porque todavía no hemos sintonizado con la
leyes que los gobiernan. En cuanto pasemos el periodo de cuarentena y
nos hagamos con ellos, entendiendo para qué sirve esto
o aquello otro, empezarán a ser pasto de nuestro subconsciente y
comenzaremos a quererlos y a defenderlos para luego, acabar matando por
ellos cuando con un posible nuevo cambio de reglamento, lleguen otros
monstruos que conviertan a estos bodrios que recién hemos comenzado a
sostener en las manos, en notables bellezas de museo. Si hay victorias o
hazañas entre medio, ni os cuento.
Pasa siempre, el pasado es mejor porque siempre ha sido más fácil y
en el fondo, porque como bichos que somos, seguimos palideciendo ante
los cambios que alteran el cotidiano discurrir de la tribu.
El mito del pasado mítico. La grande Belleza. Aplausos, maestro.
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