Las tardes de sábado en que no hay carrera siempre me han sabido a
gloria. Son tranquilas porque el mundo descansa y yo me relajo con él.
Apenas hay alguien al otro lado. No haya presión y me dejo llevar
poniéndome frente al teclado y la pantalla sin premeditaciones ni
alevosías, esperando pacientemente a que surja algo que me permita
tomarlo al vuelo para comenzar después a tejer palabra a palabra, frase a
frase, un texto de esos que terminaré seguramente con el tradicional «os leo».
Os lo he confesado más de una vez en alguno de los finos hilos que
tejen esta telaraña que llamamos Nurbu: aborrezco los bocetos, o mejor
dicho, los realizo a regañadientes para pasármelos por el forro de los
aquellos en cuanto comienzo a divertirme. No entiendo el dibujo, el
diseño ni la escritura, sin que intervenga el placer. Bien es cierto que
tampoco comprendo la vida sin él, en cuyo caso a lo peor estaría
cometiendo pecado de hedonismo, o de soberbia, vaya usted a saber,
porque con los tiempos que corren, afirmar que uno se divierte con lo
que hace puede herir demasiadas sensibilidades y sonar demasiado
altisonante como para evitar que se le mire por el rabillo del ojo.
En fin. Hoy lo he tenido sencillo, para
qué negarlo. Me ha bastado bajar al estudio, abrir la carpeta donde
acumulo cientos de fotografías relativas a la Fórmula 1 y encontrar a
Valttery enfundando en su balaclava, con los ojos cerrados, en actitud
reflexiva y la mirada interior puesta en uno de esos lugares que sólo
visitan los pilotos cuando están concentrados.
Corresponde a Mónaco y por tanto, el finlandés todavía no nos había
sorprendido en el Gilles Villeneuve, cuando zumbando bajo la lluvia en
calificación metió su indomable FW35 en el tercer puesto de la parrilla,
una posición impensable para un Williams, inmediatamente detrás de
Lewis Hamilton y Sebastian Vettel. Para ser exactos, a cuatro décimas y
media del alemán y a tres y pico del británico. Toda una hazaña, para
que nos entendamos.
Bottas no ha tenido un gran año 2013 pero tampoco puede ser
considerado malo. Su primera temporada en Fórmula 1 podría haber sido
mejor, sin duda, pero la herramienta que ha puesto en sus manos la de
Grove ha sido de esas que sólo aparecen en Ferrari, que dicen los
obispos de la cosa. Fue que la FIA prohibiera preventivamente las
salidas en acequia semicubiertas de su vehículo y el de Pastor, en
pretemporada, hace ahora casi un año, y que el FW35 se fuera
literalmente al carajo.
Ruda, ingobernable, caprichosa, el rendimiento de la máquina inglesa
ponía literalmente los pelos de punta. Las Pirelli no ayudaron, como
tampoco lo hizo la penuria económica que posaba su aliento en la nuca
del equipo que junto a Maranello y Woking más tradición y títulos
atesora. Nada parecía ir a derechas. Maldonado naufragaba constantemente
pero Bottas aguantaba como un jabato desde su posición de rookie,
y eso hizo que nos fijáramos en él en Montreal y meses más tarde, en
Austin, donde conseguía colocar su coche en octava posición al término
de la prueba.
Pastor se ha ido a Lotus, a una escudería a la que los mentideros
colocan en la actualidad con más males que esperanzas de cara a 2014
incluso con la inyección de dólares de PDVSA, mientras que Valttery se
prepara para acometer su tercera temporada en Williams (durante 2012
hizo de piloto reserva).
Llegan las plataformas propulsoras Mercedes-Benz y Felipe Massa como
compañero, y Grove, se dice, está poniendo toda la carne en el asador
para sacar la cabeza de una vez por todas esta sesión que viene. Pero
Valttery conoce como la palma de su mano a su equipo y ha sabido esperar
aprovechando hasta la última gota las pocas posibilidades que le ha
brindado la diosa Fortuna.
Es sábado por la tarde. Apenas hay nadie al otro lado. El temporal de
viento y agua sobra Gorliz parece que nos ha dejado en paz y es tiempo
de tirarse a la piscina sin pensar en si hay agua o no. 2014 es el año
de Bottas. Apuntadlo por si tenéis que reclamármelo.
Os leo.
[Publicado en Diariomotor]
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