Parece que fue ayer cuando media afición saludaba la salida de Rubens Barrichello o Jarno Trulli por aquello de que así dejaban sitio a los jóvenes, un lugar imprescindible donde crecer y madurar como pilotos, que al final, seamos sinceros, se ha convertido en un cementerio de billetes de a dólar sin numerar de manera consecutiva, con lápidas en las que se distinguen unos pocos nombres.
Ser piloto de pago resulta consustancial a todo esto que llamamos deporte, ahí creo que coincidimos todos. Sin embargo, tener que pagar por demostrar lo que vales es mala cosa, siempre lo es, para qué vamos a engañarnos, y peor si cabe en un mundo como el nuestro, al de ahora en la Fórmula 1 me refiero, en el que dependes de la bondad o maldad de un vehículo que entre diseño de circuitos, neumáticos y demás bagatelas reglamentarias, como salga perverso de cojones o zaguero, jamás te permitirá enseñar ni tanto así los dientes, con lo que después de hincar la rodilla en el suelo como está mandado y era de todo punto previsible, renovar o buscar una nueva oportunidad se volverá a poner en un pico al que demasiados no alcanzan.
Pasada la orgía de maletines o en sus últimos coletazos, Pastor mediante, como comentaba el otro día en mi última referencia a Michael Schumacher, parece que el deporte vuelve a tasar al alza la experiencia, recurriendo así a valores más o menos consolidados para rellenar los huecos de la parrilla, salvo sorpresas puntuales como la que nos ha ofrecido Kevin Magnussen en McLaren. En todo caso, sustituyendo el tradicional baile de nombres al que nos venían acostumbrando, por un sencillo cambio de sillas que honestamente agradezco.
Así las cosas, la incorporación de Heikki Kovalainen sustituyendo en Lotus a Kimi Raikkonen, en detrimento de Davide Valsecchi durante las postrimerías del pasado campeonato, suponía ya un bonito aldabonazo al respecto de lo que mencionaba ayer mismo Luca Cordero di Montezemolo en referencia a que a los pilotos, hay que darles kilómetros en pista y menos horas en el simulador, no sea que acaben haciendo de Badoer cuando menos se espera.
2014 va a ser un año duro para todos y de la primera a la última escudería lo saben. Será el primer asalto de un futuro seguramente imperfecto que sin embargo debe ser abordado con la cautela que se merece. Y qué mejor precaución que tirar de tipos curtidos en este asunto.
En este orden de cosas, se baraja el nombre de Kamui Kobayashi como integrante del equipo Caterham para el año que viene, y a pesar de que el preámbulo me está saliendo más largo que la carta, esta entrada iba dedicada en primera instancia a él, a un japonés que hace falta para congraciar un deporte eminentemente occidental con el Oriente en el que abreva en términos contractuales y crematísticos, pero que a diferencia de Karun Chandhok o Ma Qing Hua, flores de un día, dicho con todos mis respetos, ha demostrado en pista que no es un ave de paso, que quiere quedarse, y lo más importante a mi modo de ver, que si le dejan o encuentra el vehículo adecuado, es capaz de ponerse en el podio para que Sebastian, en un acto incontrolable y totalmente genuino, le abrace y jalee como si hubiese ganado en su casa y ante su público, que en cierto modo lo hizo.
Kamui no ha perdido el tiempo desde que abandonara Sauber en 2012, hace nada y hace todo, y si vuelve por fin, seré el primero en agradecerlo.
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