La instantánea corresponde al año pasado pero ofrece una atmósfera
innegablemente bella, por su juego de contraluces y porque retrata a un
hombre que en en aquellos instantes de 2012 había sido proscrito por ser
considerado una bomba de relojería.
Le defendí entonces aludiendo a la cantidad de presiones que rodean
fuera de la pista a un piloto novel, una espada de Damocles cuya mera
insinuación resulta incómoda de soportar, que demasiadas veces les lleva
a cometer precipitaciones fruto de la prisa como las que cernieron a
Romain Grosjean hace temporada y media.
Ha bastado un poco de confianza además
del correctivo, por supuesto, para que el coco que asustaba a media
parrilla hace unos meses, se haya convertido como por arte de magia en
una de las mayores promesas tras firmar un 2013 excelente en el que ha
tratado de tú a tú a su compañero Kimi Raikkonen, amén de haber
inquietado más de una vez a los hombres de Milton Keynes.
Recuerdo aquel chaval larguirucho de apariencia tímida que sustituyó a
Nelson Piquet junior en Renault y me cuesta reconocerlo ahora, no tanto
por sus luces y sombras sino por la infinidad de matices que ofrece una
vez su vehículo empieza a devorar el asfalto. Fino en curva,
inteligente y agresivo en el codo a codo, su retrato es el de un tipo
con las ideas claras que atraviesa casi sin querer ese periodo que todo
piloto de raza debe hollar al menos una vez en su vida, un
espacio en el que acumular experiencia es más importante que alcanzar
puntos o lograr la victoria, en el que bregar con iguales se hace
imprescindible, donde se muere en más ocasiones que se mata.
Romain parece haber encontrado en Lotus su hábitat natural, se
muestra cómodo y está seguro de sus posibilidades y lo ha demostrado
cuando más falta hacía, en el instante en que su escudería le llamaba a
enarbolar su estandarte negro y oro sobre los circuitos, toda vez que
Kimi no estaba por la labor de seguir trabajando mientras la soldada se
demoraba. El suizo ha realizado un último tercio de sesión de
sobresaliente alto. Tres podios consecutivos (Corea, detrás de Vettel y
Raikkonen; Japón e India), un cuarto puesto en Abu Dhabi y vuelta al
podio en EE.UU., esta vez en el segundo cajón, entre los dos lobos de
Red Bull. En Brasil, por esas cosas que tiene la vida, su motor decía
basta a poco de haber comenzado la prueba. En todo caso, una rúbrica
preciosa para un campeonato en el que ha desterrado esa idea tan
trasteada de que era un comechiquillos que se labró en 2012, y lo
ha posicionado como uno de los mejores exponentes de la llamada última
añada, aquella que llegó a la Fórmula 1 con apenas pelos en la cara.
En 2014, Grosjean compartirá vitola y coche con Pastor Maldonado. Hay
quien dice que puede haber tiros, que el venezolano viene demasiado
cargado de responsabilidades y algo subidito de tono, que la convivencia
puede saltar hecha astillas, tantas cosas…
El año que viene Romain seguirá luchando consigo mismo, ésa es la
buena nueva. Está preparado y se nota. Ya no es aquel chiquillo de 2009
que vino a acompañar a Fernando Alonso bajo el paraguas de Flavio
Briatore, ni tiene miedo ni prisa como en 2012. Sabe lo que es estar
arriba y abajo, lo que es luchar a zancadillazo limpio y beber las
mieles de alcanzar el podio. Como los solomillos, sólo le hace falta un vuelta y vuelta
para que definitivamente esté hecho, con lo cual, a poco que acompañe
el nuevo vehículo de Enstone, Grosjean puede comenzar a ser una seria
amenaza no ya para su compañero, cosa que doy por segura, sino para
todos aquellos que siguen pensando que el coco es un mito con que
asustar a los críos en las noches de invierno y olvidan que la
experiencia siempre es un poderoso activo.
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