Basada en hechos reales

¿Cómo están ustedes...? Bien, ya está, tras el salto a la piscina sin pensármelo dos veces conviene que me disculpe porque he andado estos últimos días aprovechando el paupérrimo caudal que ofrece en la actualidad Movistar en Gorliz, para resolver imperativos cotidianos más urgentes que divertirme un rato compartiendo mis idas de olla con vosotros. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, que diría aquel. Y hoy, que la cosa de la ADSL parece decidida a darme un respiro, me he dicho: Jose, tío, ahora o nunca, elige un tema y rush, rush...

Y el caso es que lo he tenido fácil porque el tema candente de este viernes pasa por el estreno de dos películas: «Rush», de Ron Howard, y «Singapur», de Bernie Ecclestone, ambas basadas en historias reales, como si la coletilla certificara que cuentan la verdad...

En fin, de «Rush» tengo que decir que espero verla la semana próxima y que estoy seguro de que me lo voy a pasar pipa aunque saldré del cine con la sensación de que Movistar también nos vende una tecnología basada en hechos reales. Y sobre «Singapur» poco puedo decir tras lo visto hoy, salvo que intuyo que vamos a sudar la gota gorda el domingo, cosa que dicho sea de paso, ya sabíamos... En todo caso, lamento profundamente que ambos filmes puedan resultar convincentes, porque la verdad siempre ha sido la víctima preferida de las apariencias.

Así las cosas he decidido pasar de tanta película y recrearme en mis propios recuerdos, un cúmulo de circunstancias basadas en experiencias reales o ficticias que conforman mi identidad y que me permiten anclar mi propia vida sobre sucesos concretos y acaecidos varios, que han sobrevivido a todo tipo de avatares para señalarme en el tiempo como el individuo que fui, que he sido y que soy en estos momentos.

En este sentido, 1976 no es James Hunt, ni siquiera Niki Lauda, ni mucho menos el brutal accidente que sufrió este en Nürburgring o el diluvio sobre Monte Fuji que definió el campeonato, ni por supuesto lo que me cuente Howard. Para mí, 1976 siempre será el año del Tyrrell P34 diseñado por Derek Gardner, un vehículo extraordinario en todos los sentidos del que no he sabido o querido despegarme, y al que podeís ver en su infinita belleza abriendo esta entrada en su versión de 1977.

De la misma manera, sospecho que ocurra lo que ocurra este próximo domingo, de que la versión de Bernie sea más o menos acertada, me seguiré quedando con Fernando Alonso para recordar esta etapa de nuestro amado deporte basada en hechos reales, y así se la contaré a mis nietos.

Os leo.