Una página en blanco

Esto de que la Fórmula 1 haga las américas entre Mónaco y Silverstone tenía que tener sus cosas buenas, porque por primera vez en lo que llevamos de sesión, en esa manía que tiene nuestro planeta de girar hacia el oriente hemos tomado la delantera al calendario de Bernie. En fin, es viernes, los entrenamientos libres se celebrarán esta tarde y todavía hay tiempo para echar unas letras sobre una carrera que hay que coger con guantes, el Gran Premio de Canadá, ya que los neumáticos de Pirelli siguen estando señalados como gomas bomba, hasta el punto de que Paul Hembery, que por estas mismas fechas sabía el año pasado qué iba a ir bien en el neonato Austin, no se atreve a pronosticar ni tanto así qué tal responderán los compuestos de su empresa.

Comprendo al británico. El Gilles Villeneuve es un trazado exigente porque se va en él a toda leche, no como en el Principado. En fin, el caso es que la canadiense es una de las pruebas que menor feeling me produce. ¡Ni castores ni leches! a mí, Canadá me sabe a nieve, a frío y a ventiscas, y si estiro la cosa, a Wendigo mismamente, en todo caso a una cosa bien diferente a lo que nos da Montreal con su solecito primaveral. Pero aquí estamos y como decía el otro día, a la espera de que en el G.P. de Gran Bretaña Red Bull vuelva a sentirse cómoda (¡ejem!), nos toca sufrir otra carrera de esas en las que resulta complicadísimo hacer quinielas.

Y lo cierto es que entre pitos y flautas se son va echando el tiempo encima y en nada comenzarán los inevitables descartes de mitad de parrilla para abajo y si acaso, con algunas víctimas colaterales entre los de arriba. McLaren, por ejemplo, y Mercedes AMG también, que la de Brackley ya tiene excusa con lo del Tribunal Internacional para hacer el petate y concentrarse en el año que viene. En este sentido sigo viendo a Lotus vivita y coleando (cruzo los dedos), dando leña a diestro y siniestro para abrirse paso a codazos entre la austriaca y la de Maranello. 

Si por desgracia no pudiese ser Fernando quien me diera una alegría antes del 21 de diciembre, no haría ascos a que me la diera Kimi. Abrí este blog el año en que se coronó por primera y única vez, hasta ahora, y no me importaría hacer las maletas sabiendo que dejo al finlandés como bicampeón del mundo. 

Llamadme romántico si queréis, pero no me negaréis que Iceman como number one no supondría un perfecto broche de oro a una historia que este agosto cumplirá 7 años. El tipo que menos le gusta a Bernie para promocionar su imperio, ahí, en lo más alto, vistiendo galas de imperator. El individuo al que no le molan las entrevistas, ahí, frente a los micrófonos y las cámaras, quién sabe si dispuesto a hacer una peineta. El piloto que corre porque disfruta como un enano aunque tenga problemas con la radio, se harte de su ingeniero Simon Rennie o se pierda en Interlagos, ahí, siendo el exponente durante un año completo del mundo perfecto que ha diseñado la FIA. En definitiva, el hombre que menos se toma en serio a sí mismo de toda la parrilla, que homenajea a James Hunt en cuanto puede, uno de los pares de manos con más finura que existen, ahí, ahí, ahí...

Pero no adelantemos acontecimientos. Esta temporada tiene que calzársela el Nano y la guerra que comenzó en Melbourne continúa en el Gilles Villeneuve. Ferrari tiene la obligación de estar arriba y el asturiano de vencer en el frío, sobre la nieve o en mitad de las ventiscas. Crucemos los dedos y hagamos como que lo que ha sucedido hasta el momento jamás ha tenido lugar. Partamos de cero, de nuevo. Como los pilotos, valemos tanto como nuestra última carrera, así que mejor nos olvidamos de Mónaco y comenzamos a escribir una página en blanco, tal que hoy, en Canadá.

Sed felices, os leo luego.