Pisando huevos

Noam Chomsky, uno de mis más queridos interlocutores, tiene dicho que si algo, lo que sea, vale para comprender un escenario concreto, para ser aceptado como veraz o cierto, tiene que servir igualmente a un escenario diferente aunque sujeto a los mismos condicionantes. Así las cosas, imagino a Ayrton Senna rompiendo récords y logrando poles con las Pirelli, y no le veo ni por asomo. 

Juro por Dios que no soy capaz de vislumbrar al paulista controlándose para llegar a atemperar su instinto hasta el punto de cuidar unas gomas que lo único que hacen es poner bridas a lo que ha sido estímulo y aliento en todo esto desde tiempo inmemorial: ser el más rápido.

Bien que vale que utilicemos a Senna para entender (es un decir) cómo Sebastian se pasaba por el forro de los cogieron la Multi 21 en Malasia, pero digo yo desde mi ingenuidad, que también deberíamos usar su figura y méritos para entender la mediocridad de los récords actuales, conseguidos todos ellos en un ambiente enrarecido por lo que Michael Schumacher llamó en su día pisar huevos.

Pirelli corta el bacalao a la manera FIA, y no es por nada, pero lo destroza. Busca el espectáculo pero éste se detiene en el tiempo. La calificación se ha convertido en una mierda. Los duros son una vuelta más duros y los blandos una más estables... Alguien miente en todo esto, no me cabe duda...

Pero vuelvo al inicio de la entrada. Ayer tuve ocasión de entablar breve conversación con mi sobrinonieto Leo. Tiene la misma estructura de cabeza que mi sobrina Bel y su misma belleza, aunque acera la mirada de mi sobrino postizo Edu que se las pela. Total, que me desvío del asunto, que el pequeño, que es más bonito que la leche, sonrió nada más verme y me agarró el dedo índice como si fuésemos colegas de toda la vida... Leo y Ayrton son importantes para esta entrada, porque el crío y el brasileño, suponen respectivamente, tipos para los que la vida sólo es una muralla igual en la que hay que abrirse paso. Y ¿cómo abrirse paso con las Pirelli...?

Imposible. C'est impossible! El modelo de Chomsky no es aplicable a la Fórmula 1, como decía al comienzo de todo. Las Pirelli colapsan, entretienen o detienen, el aliento vital que define a los pilotos de raza, pues no es posible ser un auténtico piloto en calificación si hay necesidad de conservar las gomas de los cogieron para utilizarlas en carrera, ya que un pata negra las exprime hasta sus últimas consecuencias (Lewis, un ejemplo, y así le solía ir), razón por la que se quejaba el heptacampeón de Kerpen. Y es que se es piloto o uno se convierte en una mamandurria de las de Esperanza Aguirre.

¿Cuántas vueltas rápidas daba antes un piloto para romper un crono? ¿Cuántas puede dar ahora?

Y aquí estamos, con las Pirelli alentando el espectáculo de las narices cuando las calificaciones dan más y más lástima. Y habrá que soportarlo, digo yo, mientras pienso en Leo y en Ayrton, y en la manera de labrarse un bonito historial a base de pisar huevos sin que se note demasiado.