Me he metido en el armario de mis recuerdos y entre abrigos que nunca llegué a usar y corbatas que jamás me puse, he encontrado Malos tiempos para la lírica de Golpes Bajos, obra sólo superada por Colecciono moscas y Fiesta de los maniquíes. ¡Dios, qué tiempos aquellos en los que toda hazaña parecía posible!
Los gallegos Cardalda, Coppini, García y Novoa, fueron leales compañeros en mi etapa universitaria. Los escuchaba en cassette. No existía el replay y en plan morboso, grababa sus canciones cinco o seis, o siete veces seguidas. Así, a la hora de rebobinar, bastaban unas pocas vueltas de lapicero para retornar al comienzo y poder volver a escuchar mis preferidas, quién sabe si moviendo los hombros y la cadera como se movían en unos ochenta del siglo pasado que hoy, me saben a costa salitre para los ojos de un náufrago.
«Rígidos los cuerpos, los maniquíes bailan. / Con el rojo de sus labios y el brillar de su cabello. / Miradas de cristal
bajo el saxo envueltas. / Perfecciones en los rizos, sus gargantas secas.
/ Fiesta de los maniquíes,
no los toques, por favor...»
No sé, empieza a ser noche aquí en Gorliz y he visto desde la ventana de la cocina a la rana mutante que habita en la piscina de la urbanización. Digo mutante porque se supone que en invierno le echan al agua un producto químico que en principio debería evitar que se formasen agentes patógenos, incluso batracios, pero la rana está ahí. Mide tal que la palma de mi mano y no he logrado fotografiarla más allá de poder acercarme a cinco o seis metros, porque en cuanto me ve de reojo, la muy ladina salta y se sumerge en el líquido elemento, verdoso y nominalmente letal, eso sí, para enseñarme el dedo corazón desde las profundidades, sospecho, y recordarme así que cuanto más la busque, menos podré encontrarla.
«Mi pequeña dama, dime cómo te encuentras,
acaso decepcionada
de verme muerto en la escena. / Yo quiero ser el guardián de esas noches sin estrellas. / No demores tu tardanza que te esperan, cenicienta.»
Hay días en que la veo en la distancia quebrar con sus ojos la superficie del agua, a la espera de una mosca o mosquitio que llevarse a la boca. Pero anteayer vi a una gaviota posada en la columna del cierre de la piscina, y temí por la vida de mi rana...
«Fiesta de los maniquíes,
no los toques, por favor...»
Hoy, como venía diciendo, la he vuelto a ver en su esquina de siempre. El lugar que ha elegido para tomar el sol, secarse un poco, y lo sé, para tentarme a que vuelva a acercarme a ella, cosa que sin duda le satisface más que ver a la gaviota que descubrió su presencia. Se me ha olvidado Mónaco y su tren de colores, no os digo más, y sólo pienso en si los maniquíes de Golpes Bajos no seremos nosotros en vez de esos pilotos a los que amamos y odiamos por el carmín de sus labios, y en si la realidad es otra bien distinta a ésa que decimos disfrutar los domingos que hay carrera. A lo mejor se lo pregunto a la rana la próxima vez que me acerque a ella, sin la cámara ni el móvil, a pecho descubierto, como un colega que solicita confesión.
«Fiesta de los maniquíes,
no los toques, por favor. Fiesta de los maniquíes,
no los toques, por favor...»
Pura poesía, sublime.
ResponderEliminarKing Crimson
Si tiene tres ojos es la rana que sale en los Simpson, de la variedad Springfield Mutantis.
ResponderEliminarHola Jose,
ResponderEliminar¡Cuidadín! Mira que si te entra la ternura y la curiosidad al mismo tiempo y le largas un musu a la rana y se nos convierte la muy perraca en Max Mosley... ¡Ay, madre...!
Qué buenos los golpes bajos. Y la fiesta de los maniquíes nos acompañó durante todo el viaje de estudios de BUP. ¡Ay, que tiempos y qué castañas!
Un saludo a todos,
ABB