Como en lo decorados, la parte importante de los mismos
permanece invisible a los ojos del espectador, sosteniéndolos mientras
aparentan vaya usted a saber qué cosa que pone encanto o da identidad a una irrealidad que sólo cobra sentido en la retina de aquellos que consienten en quedar atrapados por la magia, que se dice.
Webber se mostraba altanero en el podio de Malasia, como si conociera
éste y otros secretos que pemanecen ocultos más allá de lo que
trasciende de una carrera. Firme y seguro como si su vida profesional
dependiera de algo más que cumplir una Multi 21, una Multi 12 o una Multi lo que sea.
Amenazador como si tuviera nítida constancia de que él forma parte del
andamio que sostiene el tinglado en Milton Keynes, o acaso, auténtica
dinamita en los bolsillos, quién sabe.
Sorprendió su actitud aunque en el fondo no sorprendió tanto, ya me entendéis.
Mark es la hormiga de la fábula en el cuento Red Bull, quien curra
entre bambalinas mientras su compañero se concentra en ganar campeonatos
y romper récords —currando lo suyo, evidentemente—, quien lee
periódicos y se distrae mientras Sebastian literalmente camina sobre las
aguas. El aussie hace de completo desconocido mientras que el tricampeón se encarga de recibir
el amor y calor de los focos, y de vender la marca, no se nos olvide,
de ahí su amargura y su mala vaina el otro día, porque Cocodrilo Dundee
quería una migaja que se había ganado con el sudor de su frente en
Sepang, una miserable brizna de pan en el opíparo festín de la
austriaca, y tras perderla en traición manifiesta, en una actitud de
todo punto de vista comprensible, Webber se sintió molesto ante la
cicatería de su compañero y el mirar a otro lado de su escudería.
Pero ¿realmente miraba a otro lado Red Bull y realmente fue tan cicatero Vettel? Albergo mis dudas, como ya insinué
hace no tanto, porque estamos hablando de un equipo, de un conjunto de
personas con identidades complejas que trabajan con un único objetivo,
en el que se da por supuesto que Mark Webber encaja de alguna manera.
Acostumbrados a ver la parrilla dividida en unos y doses en los que
estos últimos suelen pintar poco o nada, o simplemente se abren paso
como pueden, en mitad del barullo montado con las órdenes de equipo
se nos olvida que hubo un tiempo no muy lejano, en el cual el número 2
de cada equipo no sólo se limitaba a apoyar a su colega sobre el
asfalto, sino que contribuía también desde las sombras ayudando a
mejorar el coche, por ejemplo, probando antes que nadie los nuevos
componentes y las nuevas evoluciones, de manera que una vez habían
demostrado su eficacia, pasaban irremediablente a manos del volante
número 1.
Ahora bien, si en un escenario sin entrenamientos en temporada, en el
que los pilotos de prueba o de reserva enfocan su trabajo a sacar
chispas de los simuladores, es comprensible que la auténtica ocupación
de un tipo como Webber parezca diluirse mucho, y más si cabe si la
contrastamos con la que desempeña Vettel, pero en todo caso, soy de la
opinión de que el australiano, para mantener su puesto en Red Bull
cobrando un pastizal además (Ferrari no pudo llevárselo por eso, por
dinero precisamente), tiene mucho que ver con ese andamio del que
hablaba en el primer párrafo, y que por tanto, representa un papel que
aunque menor que el del alemán, por lo que sabemos, tampoco es que le
vaya mucho a la zaga.
Y es que si es cierto que un piloto tiene a su principal enemigo
montado en el otro vehículo del equipo, en el caso de Mark es un enemigo
para Sebastian que vale su peso en oro, por lo que supone el aussie
para Red Bull en un mercado como Australia, territorio que también
resulta muy interesante para Nissan (compañera de viaje empresarial de
Renault, y cabecera del grupo al que pertenece Infiniti), al menos hasta
que esté preparado para ser explotado Daniel Ricciardo, piloto
australiano que milita actualmente en Toro Rosso, escudería filial de la
austriaca.
Lo que queda confirmado cuando Mark, en su speech en el cajón de Sepang,se "disculpa" ante sus paisanos por el resultado final de la carrera, enviando un claro mensaje a su ultrajefe, el que todo lo controla desde más allá de la F1, en términos de marketing, al que no le ha debido hacer maldita la gracia el espectacular espectáculo de traición (o tomadura de pelo descarada) denunciada que ha dado la MARCA RedBull ante sus consumidores australianos. Mark Webber es esencial en los triunfos de este equipo de F1 por lo que sabe y por lo que aporta.Y en la marca patrocinadora por lo que significa en un mercado tan importante para su negocio. Parafraseando a Oscar Wilde, lo que algunos consideran superfluo en el equipo RedBull de F1 (Mark Webber), resulta que es imprescindible para sus resultados y los de quien les mantiene. Un saludo y gracias por tu esfuerzo diario de asomarte a tu ventana para estimularnos formuleramente hablando.
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