Cuando un piloto como Jenson Button, quien sufrió especialmente las
Pirelli durante la temporada pasada, se muestra positivo ante las
posibilidades y el rendimiento de los compuestos traídos por la milanesa
a Jerez, el horizonte de la sesión suena prometedor. Si a ello sumamos
que otro piloto, en este caso Felipe Massa, quien el año pasado resucitó
aprovechando la resurrección de Red Bull en verano, toda vez
que las gomas italianas se volvieron, cómo decirlo, más duras, sí,
afirma tajante que se siente tremendamente cómodo sobre el F138, el
horizonte competitivo huele además a rosas…
Ahora bien, si no fuera porque desde que Pirelli aterrizó en la F1
sustituyendo a Bridgestone, todos los años por estas mismas fechas
sufrimos de alucinaciones al respecto de cómo luce y qué aromas destila
el horizonte, podría creerse que 2013 puede ser diferente en cuanto a
que el proveedor único de neumáticos no decida sembrar de nubarrones el
calendario y aromatizarlo con algún que otro huevo podrido en cuanto
tenga la menor oportunidad.
No es por nada, pero ser como Pirelli en
la F1 supone cargar sobre las espaldas con una grave responsabilidad
ante la que hay andar muy fino, porque gracias a la FIA y a su miopía,
hoy por hoy, los compuestos son el muro de hormigón en el que se rompen
la frente y los nudillos los ingenieros de las escuderías, en ese
intento denodado y muchas veces ingrato, de hacer que sus ecuaciones
funcionen correctamente sobre la pista.
No nos engañemos, las gomas son el quicio sobre el que bascula el
deporte. Con unos propulsores prácticamente idénticos, con unas
soluciones aerodinámicas muy similares, con una serie de trabas
normativas que impiden las deseables diferencias, los neumáticos se han
convertido en los agentes que manifiestan el espectáculo en estado puro
del que hablaba hace unos años Gonzalo Serrano cuando hacía migas con
Antonio Lobato. De manera que si un coche los trata bien, seguro que irá
bien; y si no los mulle convenientemente, seguro que irá mal.
Y aquí radica la responsabilidad que le arrogo a Pirelli, porque no
es de recibo que cuando los monoplazas empiezan a entender los
compuestos, se cambien como ocurrió entre las pretemporadas y las
sesiones de 2010 y 2011, o lamentablemente, en mitad de temporada, como
sucedió en 2012, porque la modificación desde una posición dominante (la
de la milanesa, como suministrador único, lo es) supone siempre un imperativo
en toda regla, y como tal, un vicio que jamás debería ser consentido ni
por el organismo regente, ni por los protagonistas, ni por supuesto por
los aficionados y la prensa especializada o amateur, en una actividad que depende ineludiblemente de que este tipo de matices ofrezcan el menor número de sustos posibles.
Dicho lo cual, no parece lógico ni asumible que una empresa que se
dice puntera, que pudo indicar con meses de antelación cuáles iban a ser
los compuestos adecuados para un circuito como el de Austin (estrenado
en 2013) a pesar de que las escuderías no sabían ni por dónde las daba
el aire ni por dónde podrían ir los tiros hasta que sus coches no
pudieron pisar el asfalto americano, desvele el secreto de sus gomas
para las carreras del calendario de quince en quince días, como si se
tratara del parte meteorológico (J-Car dixit), porque
perseverar en ese empeño consentido por la FIA, significa ni más ni
menos que Pirelli sigue teniendo intención de guardarse algún que otro
as en la manga aunque afirme en público que no pretende interferir en la competición.
Los circuitos están ahí, se conocen de sobra cuáles son sus
características, y se presupone que el fabricante también es consciente
de ellas cuando planifica la sesión y decide las gamas que podrán ser
usadas en cada uno de ellos, lo que nos sitúa ante un escenario que
debería ser diáfano por el bien de todos los integrantes de la parrilla y
por el de aquellos que disfrutamos de sus avatares y lances desde las
gradas o desde el otro lado del televisor. Y si además, se mire por
donde se mire, este aspecto de los neumáticos resulta primordial para el
rendimiento y espectáculo de la F1 moderna, con mayor razón resulta
exigible que una vez pedida la ración de gomas y una vez el cocinero ha
decidido cómo cocinarla, nada varíe.
Puestos a pedir, 6 juegos distintos de neumáticos que no varían a lo largo de la temporada y libertad de elección por parte de los equipos de cuales quieren usar en cada GP. Tendrían que decidirse, por ejemplo, antes de la quali. ¿Problemas logísticos? No exageremos. Nadie montará el duro en Mónaco, ni el superblando en Montmeló.
ResponderEliminar¡Saludos al anfitrión y a los invitados!