Fue ver montar a Pedro ayer en el F138, asistir a cómo daba el
barcelonés una vuelta y media al trazado de Jerez, y que todos
termináramos envueltos en la humareda que ocultaba la parte trasera de
su vehículo.
Un problema en la caja de cambios de la máquina italiana, derivó en
un pequeño incendio totalmente accidental que terminó con el monoplaza rosso
varado en el arcén, pero no importaba, o mejor dicho, no parecía
importar, porque inmediatamente se responsabilizó de tan lamentable
circunstancia al manido mal fario que se dice acompaña a
nuestro compatriota desde tiempos inmemoriales, con lo que se dio
carpetazo al asunto y nos quedamos tan panchos.
Visto así, me preguntaba anoche si en vez
de un problema mecánico, lo que le había sucedido a Jenson Button el
martes pasado no habría sido fruto de su gafe, o si acaso lo
que le ocurrió a Lewis Hamilton al día siguiente con los frenos de su
W04, no tendría también su respuesta lógica en algo tan sencillo como la mala sombra.
Mal que queramos, a Pedro se le puso un sambenito como la
copa de un pino cuando comenzó a sufrir percances en una escudería de
mitad de parrilla para atrás (la Sauber de 2010), lugar, por otro lado,
donde si no tienes un tropiezo tú, te lo propone el del al lado; y buscó
definitivamente acomodo en nuestro acervo popular en su etapa como
corredor para HRT, escudería que como es de sobra conocido, lejos de ser
puntera, compraba en cada carrera una buena cantidad de boletos para
tener problemas…
Pedro no tenía gafe cuando andaba en McLaren, allí, los
problemas tenían nombre y apellidos y por supuesto, razones sensatas que
los justificaban. Tampoco disfrutaba de mal fario en su etapa
como probador para Pirelli, ni cuando retornó a la de Woking tras su
breve pero intenso paso por Sauber. Siendo sincero, no recuerdo que
tuviera mala sombra en Jaguar a pesar de lo rarita que fue
aquella época, ni cuando condujo para Arrows, pero a lo que iba, en
2011, además de sus labores en McLaren, compaginó éstas con otras para
Pirelli, y sustituyó a Sergio Pérez en el GP de Canadá —con Sauber, nada
menos—, donde volvió a sufrir de gafe cuando se tocó con Jenson Button, no antes ni después, no, sólo en ese preciso momento.
El caso es que nuestro barcelonés, de tener mala sombra, cosa
sobre la que honestamente dudo, la tiene en términos tremendamente
positivos (sí, ya sé que es un contrasentido), porque para que nos
entendamos: hace falta tener mucho mal fario del bueno para
disponer de un curriculum como el que tiene Pedro, que en el supuesto
ocaso de su carrera, cuando muchos lo daban ya por perdido para la
competición, ha terminado firmando como piloto probador de Ferrari
precisamente para enfrentarse a esas cosas que distinguen a los
monoplazas de F1, y no sólo desde el simulador, sino sobre la pista,
donde suelen romperse cuando están siendo probados, como le sucedió el
martes a Jenson, o el miércoles a Lewis.
Llegado a este punto, me pregunto qué buscaba la de Maranello
subiéndole al coche de este año, ¿aprovechar las notables virtudes de
nuestro compatriota o comprobar si realmente sufre de mal fario?
Sospecho de qué iba la cosa, así que por la cuenta que me trae y
aunque la festividad de Reyes ya queda un poco lejos, he cursado una
carta por correo certificado y urgente a Sus Majestades de Oriente, por
si hay todavía posibilidad de aprovisionarme para este año de una buena
cantidad de gafe del que disfruta Pedro. Pero sólo de ése, que está visto que funciona.
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