domingo, 24 de febrero de 2013

Kimi en 02:47


Aprovechando un desliz del camarero, me he llevado el centro de mesa al retrete, y allí lo he dejado, al lado mismo del inodoro, junto a la escobilla, para que grabe a gusto las conversaciones que quiera y me deje a mí disfrutar de Jackson en la intimidad de una tortilla casera, en una palabra, oyendo a Johnny, June y el banjo, como hay que escucharlos.

Saturno me tiene frito, no hemos llegado al descanso y ya me tiene metidos seis goles por dos que he conseguido encajarle yo. Quién diría que no he perdido el partido. Aunque no, el derby no lo cedo ni harto de grifa, que una cosa es claudicar en algunas batallas para ganar la guerra porque el árbitro ha salido pelín casero, y otra bien distinta, asumir que perderlas todas puede llevar a algo bueno.

Cosas domésticas aparte, para la supervivencia ante estos asuntos, es mejor cogerse a Kimi como norte al que apuntar la aguja de la brújula que me regalaron, que pillarse a doña Angela a quien Dios confunda, un ejemplo, para cerciorarse de que uno se irá literalmente al carajo como se descuide, y es que entre la seriedad moribunda que nos inunda y la promesa de una remontada con sabor a vodka, whisky en este caso, me pido la borrachera como horizonte apetecible, porque mi querubín sabe de todo esto mucho más que yo y a su experiencia me acojo como a sagrado se acojía el que errando en el hurto o en la venganza, apostaba la seguridad de su futuro a meterse bajo las faldas de una sotana.

Me voy a Jackson, voy a perder el tiempo.
Sí, voy a ir a Jackson, ¡cuidado gente de Jackson!

Y es que hay que ser finlandés o portugalujo para entender que la vida rula a su bola porque la dejamos, y que conviene en determinados momentos ponerse el mundo por montera para enfocar el 6 a 2 con la suficiente salud mental como para aceptar, que es posible remontar y saldar en positivo lo que ahora parece rejón de fuego quemando sobre la espalda. La mía, para más señas.

Kimi, de esto y de lo otro, y de vodka, sabe lo suyo, por eso le rezo todos los días en el altar de mis horas: Kimi, haz que me toque la primitiva; Kimi, dile a ese hijo de su madre que me pague, que la factura es de septiembre y está criando hongos; Kimi, eres mi última esperanza; Kimi, perdóname, no he podido mantener la boca cerrada...

Kimi es la salud de todos nosotros aunque la hago mía en esta noche de truenos y granizo que azota Gorliz, a cuatro días de que Benedicto renuncie del todo de aquello que le dieron, y a unos pocos de que Mariano y Alfredo hayan afirmado en público que ni saben ni contestan porque el teléfono de Angela, a quien Dios confunda, no recibe señal ni para atender avisos de deshaucios de ese capitalismo que reniega del Estado salvo para que éste corra con las deudas de la juerga.

En cierto modo me han deshauciado de mi vida conocida —Saturno tiene la culpa—, pero remonto, por mis narices que lo hago. Es sólo una cuestión de verlo, y de eso sabe Kimi lo que no está escrito. Que las Pirelli no funcionan, pues vodka y vodka y seguro que lo arreglan porque para eso está Pedro, y lo que diga Pedro, y lo que haga falta, que el mundo no se acaba por mucho que en el descanso nos vayamos a vestuario con las orejas gachas. Pedro, Jackson, Kimi y yo mismo, todo, todo es esperanza en 02:47 minutos, vamos, lo que dura un suspiro y el encierro del centro de mesa (el camarero lo trae de vuelta y me acaba de insinuar si es mío, sosteniéndolo en la mano). Sin duda, la noche promete.

Me voy a Jackson, y eso es un hecho.
Sí, estamos yendo a Jackson, y no voy a volver.

3 comentarios:

  1. ¿Banjo?
    ¿Whiskey?
    http://www.youtube.com/watch?v=jxhfDSpekiA&list=PLB8121D2D1C9CEE90
    XDDDDDDDD

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  2. A Gorliz me llevaron una vez a comer, hace muchos años. Creo que se llamaba Batzoki el sitio. Aún recuerdo las alubias que me zampé.

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  3. Llovía a mares, por cierto.

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