Mucho antes de que el paddock se convirtiera en un casino fortificado en el que incluso se hace necesario disponer de llave maestra
para entrar al baño y desvelar sus secretos, ocurrían en su interior
historias sencillas y entrañables, aunque también había de las otras a
pesar de que me interesen menos, para qué engañarnos.
Aprovechando que la semana pasada, concretamente el día 29 de
noviembre, se cumplían 25 años desde que los dos individuos de la
fotografía que decora esta entrada fallecieran en el mismo accidente, me
apetecía atemperar las aguas de este final de temporada 2012 recordando
que hubo tiempos pasados, en los cuales el fluido que circulaba por las
venas de la F1 parecía incluso sano, entre otro montón de factores,
intuyo, porque precisamente la distancia que separaba a los actores de la obra
y a los espectadores de la misma resultaba minúscula, tanto, que las
alegrías y los dramas se vivían con una intensidad que hoy nos puede
resultar totalmente desproporcionada.
Decía que el jueves pasado se cumplía un
cuarto de siglo exacto desde que gran parte del equipo Embassy Hill
falleciera en el viaje de vuelta a Gran Bretaña desde el circuito
francés de Le Castellet (Paul Ricard), donde se habían estado efectuando
pruebas de cara a la sesión venidera.
La temporada 1975 había terminado a principios del mes anterior, en
el Gran Premio de los USA, celebrado sobre el trazado de Watkins Glen,
lugar donde Niki Lauda se coronaría como bicampeón del mundo sobre un
Ferrari 312T. La escudería de Graham Hill (el tipo mayor de la foto)
había obtenido 3 puntos, el primero de ellos logrado en Suecia por el
chaval que está a su lado, Tony Brise —los otros 2 los conseguiría Alan
Jones en Alemania—.
Brise tenía 23 años, dos menos que Sebastian Vettel en la actualidad.
Comenzó a correr en la categoría máxima a bordo de un Williams,
estrenándose en el G.P. de España, pero sería en el de Bélgica cuando
empezaría a defender los colores del equipo del bicampeón británico,
sustituyendo a Stommelen en el habitáculo del GH1 (Rolf había sufrido un
brutal acidente en Montjuic), pero viéndose obligado a abandonar por
rotura de motor. Sin embargo, tan solo una prueba después, cosechaba el
primer punto para la Embassy Hill en Anderstorp, como comentábamos
antes… Tony era una joven promesa en su más amplio y hondo sentido. Un
piloto británico sobre un coche británico, en una escudería británica
dirigida por uno de los grandes… Una promesa que podía prolongar los
éxitos de Jackie Stewart, quien siendo escocés era menos británico que
Graham; una promesa, en definitiva, llamada a heredar a Hill.
Lógicamente, entre Hill y Brise se estableció inmediatamente un
vínculo que podríamos definir como paternofilial, aunque en sentido
estricto debería ser alicatado bajo los términos de amistad y respeto
mutuos, razón por la cual, aquel final de sesión vino a ser dibujado por
una gratificante esperanza que había puesto sus ojos en la temporada
1976 y que se mostraba rebosante de confianza. El Hill GH1, hijo directo
del Lola T370 usado el año anterior tras sustituir al Shadow DN1 con el
que el propio Graham había puesto los primeros ladrillos de su
escudería en 1973, se había mostrado resultón, y en sintonía, el Hill
GH2, su evolución natural, había sido planteado para presentar batalla
al año siguiente, porque con Brise en el equipo, todo parecía posible.
Sin embargo, el sábado 29 de noviembre, la avioneta Piper PA-23 Aztec
pilotada por Graham entraba en un banco de niebla del que jamás
saldría. Se desconocen las causas exactas, pero el pequeño aeroplano se
estrelló en las cercanías de Londres, sobre un campo de golf, en un
accidente en el que murieron todos los ocupantes, la plana mayor de la
escudería: el propio Hill, Andrew Smalman, Ray Brimble, Tony Alcock,
Terry Richards y por supuesto, el jovencísimo Tony Brise.
Smalman, ingeniero de diseño, tenía 24 años; Brimble, director
deportivo, diez más, 34; Brise, piloto, 23; Graham, 46; y el sueño
común, tan sólo 2 y unos meses…
Hola a Jose y a Todos,
ResponderEliminar¡Puf! Hill la palmó con mi edad, dejando a Damonn huérfano. Todo dios jovencísimo y, sin embargo, me parece a mí que más centrados que ahora.
No sé si centrados es la palabra. Quizá madurez, pero en el sentido de ser más naturales, menos estrambóticos que ahora.
Y, es curioso, los pilotos son jovencísimos y sueltan el raca-raca publicitario sin subir una ceja, quizá símbolo de madurez y profesionalidad pero es que parecen vacíos, medio gilipollas, vamos. Y el que dice lo que piensa es un borde, y el que es un borde, como resulta la excepción que nos arregla la fiesta, pues es un "personaje".
Y, por otro lado, tenemos a un montón de dinosaurios ricachones, mentirosotes, despiadados, tiburonacos de la pela y la ética, que no desaprovechan ni una para animar todas las salsas, decir chorradas a expuertas, aconsejar o criticar o amenazar al resto, sin que esa madurez que se les supone se vea por ningún lado.
Quizá sea solo nostalgia y esté equivocado. También es posible que "mujeres, hombres y viceversa" sea un programa cultural de alto valor social y se convierta en Master-simposium.
Un abrazo,
ABB
¡Qué bien empieza la travesía del desierto! Esas fotos en B/N...
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