No quiero decir adiós a julio sin dedicar unas líneas a ese imperio
del espectáculo que vela por nosotros pero que no nos atiende. Mientras
escribía la entrada de esta mañana y reflexionaba ante vosotros y por
enésima vez, sobre la extrema importancia que tienen las ruedas en un
deporte en el que son lo de menos porque hasta hace nada iba de mecánica
y de cabezas y manos de pilotos, he recordado el precioso vídeo que nos
regaló Red Bull sobre el circuito de Terramar, en el que el introductor y narrador principal decía cosas como éstas: «El
ser humano es quien implanta la norma y el motor responde. El coche
tiene que tener el alma del ser humano, si no, es una máquina que no
vibra. [...] Los circuitos actuales han perdido humanidad…»
Dentro de nada este blog cumplirá cinco años de vida (ésta
hace la entrada número 1.352), y a pesar del cansancio que a veces me
sacude y que ha empapado algunos de sus textos, puedo decir honestamente
que siempre que he podido he escrito sobre el ser humano que conduce
los monoplazas, ese tipo sobre cuyas espaldas se levantan las silly seasons,
pero que al poco de iniciarse la temporada —ésta, la otra y la de más
allá—, desaparece para ser arrinconado por la aerodinámica, las
prestaciones, los balances en orden de marcha, las suspensiones, los
mapa/motor y por supuesto, los neumáticos, quedando desterrado por la
omnipresencia de los ingenieros, su magia y sus mil y una maravillas,
auténtico abrevadero de los medios que nos alimentan, sencillamente
porque vivimos tiempos en los que el hombre no importa.
Así, los que no podemos acercarnos a los
circuitos vemos las carreras por televisión, pero los que nos informan,
hacen lo mismo, aunque acompañados por el Live Timming abierto en un ordenador y el Twitter en el IPad…
¿Y qué nos queda? El envoltorio, la sensación de que sentimos mientras
seguimos empeñados en no sentir porque las herramientas que nos
facilitan la vida cada vez nos alejan más de ella, de manera que
divisando el cogote de lo que tenemos ante nuestros ojos, juraríamos que
lo hemos estado mirando a la cara.
Los que me conocen saben que cuando hay carrera me siento tranquilo
frente al televisor (ya quisiera yo financiarme un viaje a Spa o a
Monza, incluso a Montmeló o Valencia), y veo y siento lo que me deja ver
y sentir la realización, consciente de que disfruto de forma vicaria de
un espectáculo que ya ha ocurrido, aunque sea por milisegundos, como
diría mi buen Punset… ¿Y qué me queda? La carne tibia de lo que ha
sucedido aderezada con un montón de preguntas abiertas a las que buscaré
solución más tarde, después de haber charlado con mi ingeniero de
pista, con los amigos y también con los que pasaban por allí.
Y cuando escribo, tarde, pronto o nunca, siempre procuro buscar los
ojos de los pilotos, atisbar sus reacciones bajo su casco, sentir sus
manos al volante, ser sus pies sobre los pedales o su mirada en los
retrovisores, porque siempre he entendido ésto como un pequeño universo
en el que ellos son los dioses imprescindibles por mucha aerodinámica y
pamplina que les rodee. De forma que podría decir sin sonrojarme, que
sin los tipos que navegan sobre el asfalto a trescientos kilómetros por
hora, con el culo a pocos centímetros del suelo, todo esto peredería por
completo su sentido.
El alma, sí. Como el narrador conductor del vídeo que aludía al
principio, creo a pie juntillas que el piloto es el alma del vehículo
que conduce, quien puede llevarlo más allá de sus límites porque el
monoplaza fue creado también por hombres, o quien yerra en su cometido
al no poder alimentar de ilusión e imaginación una máquina tonta que sin
ellos se quedaría quieta e inane en los garajes, dejando ciegos los Live Timming, y en suspenso y sin respuesta, los mil y un comentarios que preguntarían el por qué en Twitter.
Propongo un hashtag, #elalmaF1, siquiera por ver si recuperamos nuestras raíces y vemos así hacia dónde vamos realmente.
Nosotros que no olvidamos lo que era la libertad.
ResponderEliminarNosotros que aún recordamos lo que nos prometieron.
Memoria de jovenes airados.
http://www.youtube.com/watch?v=MWDYhdcbEOg
¡Saludos!